
La cúpula de BBVA es una de las que más ha cambiado en los últimos años, bien sea por la salida voluntaria de altos directivos bien por el cese de otros tantos. El presidente del grupo, Francisco González, ha aprovechado en determinadas ocasiones errores estratégicos o de cálculo para llevar a cabo revoluciones en su equipo de máxima confianza.
Según fuentes conocedoras de la situación, González ha tomado estas decisiones para evitar asumir responsabilidades de medidas fallidas impulsadas personalmente por él mismo y apuntar hacia otras direcciones; es decir, que sean vistos tanto dentro como fuera como culpables situaciones adversas, en distintos casos han supuesto auténticas pérdidas millonarias para la entidad. Así ocurrió, por ejemplo, tras el agujero de la aventura china y del primer boquete causado por Turquía.
En la actualidad, a poco más de un año de que el presidente abandone el banco por alcanzar la edad máxima para permanecer en el trono, BBVA se enfrenta a uno de los peores contratiempos por el momento que atraviesa la economía turca, lo que amenaza una jubilación tranquila y por todo lo alto del ejecutivo gallego.
Ya hay quien se pregunta si González, como en el pasado, actuará de manera decidida y sin titubeos para que las miradas de un estrepitoso fracaso se dirijan hacia otros, a pesar de que nadie duda de que la apuesta por el mercado otomano es suya. ¿Quién será la cabeza de turco?
El desplome de la lira ha dejado en evidencia al banquero, que año tras año ha defendido la posición inversora del banco en el país del Bósforo a pesar de las advertencias de los analistas. Pero, en el centro de los focos se encuentran como posibles chivos expiatorios el consejero delegado, Carlos Torres, y el número tres, Jaime Sáinz de Tejada. Otro de los señalados es Jorge Sáenz-Azcúnaga, encargado de la estrategia de las principales filiales, entre ellas Garanti.
El primero aspira a convertirse en el primer ejecutivo del grupo en otoño de 2019, cuando González deje su reinado de más de 20 años en la entidad. El segundo está, a día de hoy, dispuesto a suceder a Torres como número dos, siempre y cuando éste asuma la presidencia, un cargo que no se descarta que alcance el recién llegado Jaime Caruana.
En los últimos años los caídos han sido, entre otros, el que fuera consejero delegado Ángel Cano; el exdirector financiero Manuel González Cid; o el exresponsable de la división china, Manuel Galatas. Ésta es una pequeña muestra de los altos directivos que han sido cesados de sus puestos como consecuencia de los principales reveses que ha sufrido el grupo financiero, aunque en el caso de Cano se mezclan causas como el intento por hacerse con el control completo de la gestión ante la sucesión presidencial, prevista desde hace tiempo para 2019, cuando González cumpla los 75.
Ya en 2009, José Ignacio Goirigolzarri abandonó la entidad ante la decisión del presidente de alargar su mandato tres años al modificar los estatutos, que establecían en 70 años la edad límite para permanecer en el consejo de administración. La salida del que hoy es primer espada de Bankia fue sonora. Se trataba de la última influencia vasca, procedente de los antiguos Bilbao y Vizcaya.
En su lugar se designó a Cano, que hasta entonces era director de Recursos Humanos. Con posterioridad, González amplió la fecha cinco años más y eliminó el tope de 12 ejercicios para poder mantener un sillón en el órgano rector de BBVA.
Cano duró como consejero delegado casi seis años como delfín, dos menos que su antecesor. En su lugar, González nombró a un experto tecnológico como su mano derecha, Torres, que en la última presentación de resultados fue quien tuvo que dar la cara por la crisis de Turquía.
El aún presidente del banco esperaba grandes noticias positivas para la recta final de su mandato, algo que podría no producirse. Por ahora, la incertidumbre turca hace presagiar todo lo contrario. Dependerá de la evolución de los acontecimientos y de la política que adopte el Gobierno de este país, porque de los 7.000 millones invertidos por BBVA en el mercado otomano podría recuperar en la actualidad apenas 1.500 millones. Toda una ruina para una empresa que mantiene su apuesta a largo plazo a pesar de la adversidad y ante la imposibilidad de asumir tal pérdida.
No queda, por tanto, más remedio que aguantar el chaparrón y que la situación se vaya reconduciendo, pero el problema puede llegar a ser mayúsculo si Turquía se ve abocado a poner en marcha un corralito.
La preocupación en el banco es máxima, a pesar de que el riesgo de contagio a todo el grupo sea mínimo por el modelo de gestión independiente de las distintas divisiones y por la solvencia con la que cuenta. Pero sus resultados se verán mermados sí o sí este año como consecuencia del hundimiento de la lira y de la caída del negocio y los ingresos de Garanti.
BBVA se expone a dejar de ganar hasta 400 millones menos en 2018 por la inestabilidad otomana, una cuantía que representaría en torno al 8% de las ganancias que pronostican para la entidad en el conjunto de 2018.
Este boquete en la tercera franquicia del banco hace peligrar una retirada gloriosa de Francisco González que, previsiblemente, se verá las caras con los accionistas el próximo mes de marzo para dar explicaciones de los resultados anuales. Eso sí, es probable que de intensificarse el problema turco tenga que sacrificar a uno de sus principales colaboradores para intentar desviar la atención.