Opinión

Turquía: un gigante económico con 'pies de barro'

Recep Tayip Erdogan, en un acto público este fin de semana. Imagen de Reuters
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Turquía está metida en la peor crisis financiera de su reciente historia. El desplome de la moneda nacional, la lira, y las patologías inherentes de la economía turca -que ya llevaban meses dando señales más que obvias de su existencia- han llevado al país a un camino cuya salida requerirá medidas más directas de las que se pretenden toma por parte del Gobierno de Ankara.

Turquía es un país de 71,5 millones de habitantes, con un PIB de 857.000 millones de dólares, y con una posición que geográfica y geopolíticamente le permite estar en el centro de un área estratégica en el Mar Mediterráneo y la región de Oriente Próximo. Durante los últimos años, el país presentaba la imagen de un país de estable crecimiento y estabilidad económica. De hecho, al cierre del tercer trimestre del año pasado, Turquía mostraba un crecimiento del 11,1%, superior al de China (en el 5,9%). Sin embargo, ya entonces varios analistas advertían que las cifras de Turquía presentaban características que no eran ni saludables ni sostenibles.

Los problemas intrínsecos de la economía turca se encuentran en la alta inflación (16%), el alto déficit de la balanza comercial y el alto endeudamiento del sector privado. La situación internacional tampoco ayuda a Turquía: el fortalecimiento del dólar y el aumento de tasas de interés en EEUU atraen el capital extranjero que ya no muestra tanto interés hacia economías emergentes, como la de Turquía. Los analistas señalan desde hace tiempo que el país necesita un fuerte aumento de los tipos de interés para recuperar la confianza de los inversores, subrayando que cuanto más se retrase este incremento, tanto mayor deberá ser cuando, llegado el momento, no se pueda evitar.

Erdogan, el nuevo 'banquero central'

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha intentado reiteradamente estimular la economía de su país mediante una serie de medidas que incluían recortes de impuestos y garantías de créditos, lo que empujó realmente el crecimiento, pero solo temporalmente.

En el mes de mayo, dos agencias de calificación, Fitch y Standard & Poor's, advirtieron que la retórica y las creencias del mismo Erdogan formaban parte del problema al que se enfrenta Turquía. El presidente turco suele intervenir decisivamente en la labor del Banco Central turco -la última vez fue para un aumento del coste de la deuda-. Antes de las elecciones del pasado 24 de junio, Erdogan ya aseguró que si fuera reelegido, asumiría él mismo la responsabilidad de la política monetaria y bajaría los tipos de interés. Incluso cuando se veían las primeras señales de la crisis de la economía del país, Erdogan comentaba que la tasa de cambio de la lira turca es inconsistente con la realidad económica, haciendo hincapié en que el valor de sus finanzas no justifica la caída de la moneda.

Durante meses Erdogan ha estado tratando de dejar 'negro sobre blanco' a sus compatriotas que la economía es un éxito y que su bienestar va mejorando cada día. Ha orquestado un 'boom' económico en el que está particularmente involucrado en la política monetaria del país. Justo dos meses antes de las elecciones de junio, Erdogan aprobó un paquete de incentivos para los jubilados, enviando por correo dos cheques de un valor de 400 euros para 12 millones de personas. El programa de incentivos también incluía beneficios como la anulación de deudas o de multas tributarias, de un valor total de 5.000 millones de euros, una cantidad de la que Ankara probablemente no dispone.

A las turbulencias inherentes de la economía, se añade el desplome de la lira turca, la moneda nacional, otra amenaza para la estabilidad financiera. Perdiendo el 35% de su valor en menos de ocho meses, las empresas turcas lo tendrán más difícil a la hora de pagar sus deudas en monedas extranjeras. Esto también tendrá un impacto en la deuda pública, el 40% de la cual se encuentra referencia a otras divisas, especialmente a dólares estadounidenses. La deuda externa del Estado, de los hogares y las empresas ha aumentado casi diez puntos en las últimas dos décadas. Alcanza los 450 millones de dólares, representa más del 50% de la producción económica, y la tendencia es cada vez mayor.

Las cifras indican que el país, bajo el mandato de su presidente, apuesta por una apariencia de fortaleza por la que se paga un elevado coste para mantenerla. Ya hace unos años había quien opinaba abiertamente sobre la salud financiera de Turquía como un país que "vivía por encima de sus posibilidades", algo que hoy es evidente observando el déficit comercial, que alcanza ya el 6% de la economía turca.

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