
Ya estamos en verano y muchos somos los que esperamos con ilusión estas fechas para poder disfrutar de un merecido descanso, estar con la familia, olvidar las rutinas y problemas del día a día.
Uno se imagina en la playa, en la montaña, en ciudades que aún no ha visitado o repitiendo aquellos lugares que tienen un recuerdo especial en nuestras vidas.
Visto así tiene muy buena pinta, a no ser porque tristemente ya se está haciendo típica del verano la pesadilla, el trauma, el infierno de visitar un aeropuerto para poder disfrutar de las vacaciones o aún peor, tener que soportar grandes incomodidades por trabajar también en verano.
En este año 2018 ya se han triplicado los días de huelga de los controladores franceses, perjudicando gravemente a las compañías aéreas como Vueling, porque gran parte de sus rutas deben cruzar cielo francés y concretamente Marsella, donde el centro de control de tráfico aéreo ya ha sufrido innumerables parones.
Hay que tener en cuenta que el precio del petróleo está disparado, y hechos como estos no hacen más que perjudicar a un sector delicado pero vital como es el de la aviación civil. Mayores costes en combustible y pérdidas por huelgas es la combinación perfecta para las fallidas económicas de las compañías aéreas.
En Barcelona aún se recuerdan las dantescas imágenes del verano de 2017 por las huelgas de los trabajadores del control de seguridad Eulen, donde personas que volaban a las dos de la tarde llegaban al aeropuerto a las seis de la mañana sin saber si podrían viajar después de haber ahorrado, pagado y esperado con ilusión su viaje.
Por no hablar del perjuicio para los más pequeños, que debían ser entretenidos como buenamente podían por sus padres y madres. Más atrás queda en la memoria la huelga salvaje de los trabajadores de los equipajes, que destrozó las vacaciones de muchos.
La lista es interminable, pero por mencionar dos potenciales ejemplos más, los controladores de Barcelona y el personal de cabina de Ryanair también están preparando paros en este período estival.
De hecho, los pilotos irlandeses de esta compañía ya han protagonizado su primera jornada de huelga obligando a cancelar 30 vuelos.
Las compañías aéreas están solicitando ayuda a los gobiernos de los países para que medien y se solucione esta situación que tanto les está perjudicando. Desde aquí no queremos prohibir ni impedir huelgas.
Es un derecho del trabajador reconocido y hay que respetarlo, pero cuesta mucho creer y aceptar que se aproveche una posición de fuerza utilizando como rehenes para la negociación a millones de personas que nada tienen que ver con los conflictos.
En el siglo XXI y año 2018 no podemos aceptar este tipo de pulso en una sociedad tan globalizada, tan necesitada de la movilidad, con huelgas que perjudican al comercio, al turismo y en el fondo, el bienestar de la mayoría. Es triste que sigamos pensando que cuanto más daño hagamos a la población más cerca estaremos de cumplir nuestros objetivos.
Ya se están proponiendo soluciones que técnicamente son posibles, como asumir otros centros de control o bien proporcionar personal adicional para paliar los efectos de los paros de determinados sectores.
Pero es un asunto complicado porque también entran en juego problemas políticos que solucionar, aunque es un primer paso para no aceptar las medidas de unos pocos sobre una gran mayoría.
Los efectos de estas huelgas sobre la imagen del país son algo que no podemos obviar. La competencia es cada vez más alta en este mundo global y si no cuidamos esta imagen luego lo lamentaremos.
Espero impere el sentido común, la buena voluntad y el bien común por parte de los actores involucrados para llegar a buen aero-puerto.