
Y Rajoy perdió su segunda moción de censura. Tras ser desalojado de Moncloa de una manera muy sorpresiva por Pedro Sánchez, el sábado se consumó la segunda derrota.
La perpetrada por sus propias bases, por su propio partido, que le dijo, en la cara de su delfín, Soraya Sáenz de Santamaría, que los peperos de pura cepa no estaban de acuerdo con el camino seguido por el Gobierno Rajoy en los últimos años. Un camino, que por lo visto en el resultado del Congreso, les había parecido que se apartaba de la ortodoxia que en su día representó José María Aznar.
Pablo Casado, de hecho, vencío a Sáenz de Santamaría tras derechizar su discurso, lo cual deja dos reflexiones: en primer lugar, parece confirmarse que los militantes se suelen situar más en los extremos que los votantes, tal y como ocurrió de manera notoria con el PSOE. En segundo lugar, queda la duda de si el derechizado discurso de Casado se quedará en eso, un discurso, o será su línea real de actuación.
Porque a simple vista parece arriesgado ceder teóricamente el centro-derecha a un partido como Ciudadanos, que consiguió en su día arrebatar tres millones de votos al PP. Precisamente ahí, en recuperar esos tres millones de votos, es donde Casado centrará sus esfuerzos en los próximos meses. Y sin pérdida de tiempo, porque el año próximo comienza el carrusel de elecciones autonómicas y locales, que desembocarán, quien sabe si también el próximo año, o como mucho en 2020, en las generales.
Con todo, Casado sigue teniendo que lidiar con el toro que corneó realmente al anterior Gobierno: la corrupción. Otra vez el Congreso pasó si un asomo real de autocrítica (Sáenz de Santamaría sí admitió que la corrupción había sido el gran lastre del PP) y queda por ver hasta dónde está dispuesto a llegar Casado. ¿Pondrá en marcha una purga más o menos intensa? ¿Dónde situará las líneas rojas?
La realidad es que el problema del PP (o al menos del anterior PP) no ha sido solo la corrupción, sino la manera de gestionarla: echando balones fuera, negando la mayor y judicializando las sospechas para dilatar los procesos. Todo, menos coger el toro por los cuernos. En materia económica, Casado también se mostró muy ortodoxo: rebajas fiscales en todos los ámbitos; desde el IRPF a Sociedades, pasando por la supresión del Impuesto de Sucesioens y Donaciones.
Una propuesta que ya llevó en su programa el PP de Rajoy, pero que nunca llegó a aplicar con firmeza. Y una propuesta que es el polo opuesto a lo que tiene pensado hacer el PSOE de Sánchez, que planea una auténtica batería de subidas de impuestos para pagar el Estado de Bienestar.
Otra cosa es si nuestros ingresos como país nos permiten pagar el Estado del Bienestar que propone el PSOE, al que se le aparece otro fantasma en el horizonte: los expertos ya vislumbran una fuerte desaceleración e incluso una recesión internacional.