
El perjuicio que el procés ha hecho a la economía catalana no se limita solo a los meses inmediatamente posteriores al 1-O. Es cierto que durante el tercer y cuarto trimestre de 2017 la llegada de capital extranjero se redujo un 74,3% y un 42,7%, respectivamente.
Pero el hecho de que la partida se haya vuelto a desplomar un 62% hasta marzo demuestra que el daño para la autonomía aún podría incrementarse en el futuro.
Se trata de algo obvio, ya que las decisiones de inversión de las empresas se toman a medio plazo. Los datos hablan por sí solos y deberían bastar para que el Govern de Quim Torra se deshiciera de la perniciosa herencia de Puigdemont.
Afanarse en recuperar la unilateralidad y la ilegalidad seguirá poniendo en jaque a la economía catalana.