
En 2018 los factores políticos y geopolíticos, a pesar de los buenos fundamentales económicos y empresariales, afectan a los mercados financieros. Los mercados tienen que descifrar las implicaciones de los cambios en EEUU, donde la administración Trump ha impulsado la oferta mediante innovadoras reformas fiscales y a la vez con unilateralismo lanzando amenazas de aumento de tarifas a las importaciones de diversos sectores en todo el mundo e incluso regulación de grandes tecnológicas. Hay que decidir si estas iniciativas constituyen un giro decisivo de política económica ante las elecciones al Senado del próximo noviembre.
Al respecto, varias reuniones con altos funcionarios de política económica (en su mayoría republicanos), congresistas y asesores económicos en Capitol Hill en Washington durante el pasado mayo nos han dado indicaciones de hacia dónde se dirige la administración Trump en cuatro asuntos principales: política económica, comercio internacional, energía y política interna.
En primer lugar es destacable que estos funcionarios son abrumadoramente defensores de las políticas económicas de oferta. Así, muchos se han referido a una segunda ola de reforma tributaria -la primera fue anunciada el pasado diciembre-, la cual puede ser desvelada antes de las elecciones de mitad de mandato del próximo noviembre. Pueden tener como objetivo transformar en permanentes los recortes de impuestos temporales, así como reducir el número de tramos fiscales y recortar el tipo marginal del impuesto sobre la renta de las personas físicas. También puede haber más ayuda fiscal para pequeñas empresas. De hecho los republicanos creen que un nuevo proyecto de ley de impuestos puede ser mucho más fácil de aprobar este otoño de lo que lo fue el anterior. Además, consideran que, dado que el efecto completo de la primera ola de la reforma tributaria aún no se ha sentido, hay poca probabilidad de recesión en EEUU a corto plazo. En conjunto los republicanos siguen teniendo la misma visión básica: los recortes de impuestos conducen a un mayor déficit público hoy, pero a mayor crecimiento mañana, lo que a su vez se traduce en mayores ingresos fiscales, disminuyendo el déficit público en el futuro.
Además, en el frente de política comercial, hay dos preocupaciones. La primera es cómo proteger la propiedad intelectual estadounidense de China y la segunda la iniciativa One Belt, One Road, un ambicioso plan de enlace entre Asia y Europa por tierra y mar, la nueva ruta de la seda, con inversiones de más de 200.000 millones de dólares aportados por el Fondo de Infraestructuras Ruta de la Seda y Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras. Ello contribuirá a reducir la acumulación de productos industriales en China, como acero y cemento, animando a sus vecinos a llevar a operaciones comerciales en moneda china. Los estadounidenses no quieren dejar que China establezca las reglas del comercio en Asia. De todas formas los republicanos son generalmente optimistas respecto a una intensificación de tensiones de comercio internacional. A pesar del mucho ruido, creen que una guerra comercial puede evitarse. Vale la pena recordar que la Administración Trump, además de proteccionistas incluye defensores del libre comercio y que los círculos republicanos consideran que Trump logrará obtener concesiones comerciales de China. Al respecto algunos asesores señalan la enorme cantidad de deuda de EEUU en manos de China -1,3 trillones de dólares- para la que no existe un comprador potencial en caso que surja la necesidad. Por tanto China, simplemente por ser de su interés, es mucho más proclive a trabajar con EEUU que a ir en contra. Al mismo tiempo la vuelta de EEUU como primer productor mundial de petróleo y gas es fuente de considerable satisfacción, como medio para promover fines geopolíticos. A ello se añade que los responsables de formulación de políticas de EEUU tienen intención de explotar las tecnologías disruptivas para promover los intereses de EEUU en áreas como la asistencia sanitaria. Aunque la energía nuclear se haya descuidado, por razones que se remontan al accidente de Three Mile Island en 1979, parece que hay interés entre estos círculos políticos por reactivar el programa nuclear civil.
Finalmente, los republicanos creen que pueden mantener el control del Senado tras las elecciones de mitad de mandato este noviembre, aunque parecen menos seguros respecto a la Cámara de Representantes. Una Cámara dominada por demócratas podría intentar revertir los logros republicanos, especialmente los recortes de impuestos, aunque se considera que algún tipo de cooperación es posible. Los republicanos también señalan con orgullo a la desregulación y reducción de la burocracia del Gobierno. Tal vez a ritmo lento, pero esperan continuar en ese camino, con nuevos esfuerzos respecto al sector bancario, actualmente en manos de doce organismos reguladores diferentes.