
El partido del Gobierno sufrió una derrota sin precedentes en Madrid. Rajoy contaba con que Cifuentes dimitiera el 6 de mayo, en vísperas de la moción de censura que iban a presentar PSOE y Podemos. Quería forzar que Ciudadanos se uniera a la izquierda para derribarla. Albert Rivera es su principal pesadilla. Le pisa los talones en toda España y le aventaja más de 15 puntos en la Comunidad de Madrid, uno de los dos feudos que aún resisten junto a Galicia.
Pero el vídeo de la expresidenta robando cremas echó por tierra sus planes. En el PP era conocida la cleptomanía de Cifuentes y cómo tuvo que dejar la dirección de un colegio mayor por las acusaciones de las alumnas. Pero no podían imaginar que aún existieran pruebas en circulación.
No lo sospechaban, entre otras cosas, porque la dirección del Eroski en el que se produjo el hurto, borró la cinta pasados los 30 días, como manda la ley. ¿Cómo reapareció siete años después, cuando el guarda jurado declaró que ni siquiera había reconocido a la clienta? Cifuentes era entonces vicepresidenta de la Asamblea de Madrid, pero su rostro aún era desconocido entre el público.
¿Quién sustrajo la grabación y la mantuvo a buen recaudo hasta este momento? Ya advertimos en este mismo espacio, bajo el título de "Fuego amigo contra Cifuentes", que la presidenta tenía los días contados, porque sus amigos íntimos durante muchos años eran ahora sus enemigos.
Me refiero al clan de Ignacio González y de Edmundo Rodríguez, ex altos cargos del Canal de Isabel II. Reprochan a Cifuentes que se apoyara en ellos para eliminar de la carrera a Esperanza Aguirre y acceder al palacete de la Puerta del Sol y luego los metiera en la cárcel nada más tomar posesión.
¡Quién iba a decirle a Aguirre, que ninguneaba a Rajoy y lo consideraba como a Felipe IV, una especie de Rey Pasmado, que caería en la red que ella tejió! Las tramas de corrupción y espionaje en operaciones como Gürtel, Púnica, Lezo o Canal de Isabel II siguen activas en la política madrileña.
El vídeo cogió a Rajoy con el pie cambiado, desbarató sus planes y dañó extraordinariamente al PP, no solo en Madrid, sino en toda España. El plan del presidente para recuperar la estabilidad es poner en valor sus éxitos económicos y alargar como sea la legislatura hasta 2020.
Después de los años aciagos de Zapatero, en los que el desempleo, el déficit y la deuda forjaron la etapa más negra de la economía desde la pérdida de las colonias, se evitó el rescate, las cuentas vuelven a cuadrar y se restableció la confianza internacional. Sería una pena que Rajoy cayera por los errores políticos de sus barones regionales o de su controvertida gestión de la crisis catalana.
El presidente es un maestro en dilatar plazos. El tiempo es el mejor antídoto para ahogar las penas. Por eso, en contra de la voluntad de Montoro, la vicepresidenta Sáenz de Santamaría cerró esta semana el acuerdo con el PNV para aprobar los Presupuestos y agotar la legislatura.
Rajoy y Urkullu aprovecharon una reivindicación de Pablo Iglesias y de Pedro Sánchez para sacar ventaja electoral. Eso sí, el apretón de manos entre ambos dirigentes emulando el abrazo de Vergara, entre los generales Espartero (isabelino) y Maroto (carlista) saldrá caro al erario público. Ello explica la oposición del ministro de Hacienda.
Rajoy no reparó en llevarse por delante el factor de sostenibilidad, que debería haber reducido las pensiones en una media de 75 euros en 2019, para comenzar a adaptarlas a la esperanza de vida, cada vez mayor.
Gracias al acuerdo, los pensionistas recién llegados no verán mermados sus ingresos, sino que los mejorarán al ritmo del IPC en los dos próximos años. El déficit de la Seguridad Social crecerá una media de 1.650 millones anuales y se acercará peligrosamente al 2 por ciento del PIB. Es decir, que no se dan pasos para garantizar las pensiones, sino que se ensombrece su futuro.
-"¿Y después de 2019, qué pasará con las pensiones?", pregunté esta semana a un negociador del acuerdo presupuestario. "Después, que Dios las bendiga", contestó. "El después da igual, no existirá si no ganamos las elecciones", me explicó convencido de sus palabras.
Un sentir parecido existe en el PNV. Bilbao, pese a que tiene las pensiones más altas de España, es el epicentro de las protestas. Los jubilados son el principal granero de votos del PNV, como ocurre en el PP.
La gestión de la Seguridad Social también estuvo sobre la mesa de negociación. Pero el amago de Ciudadanos con quitar el apoyo al Presupuesto si se ponía en duda la caja única de la Seguridad Social abortó las conversaciones. Se equivocaron quienes apuntaron al traspaso de la competencia de prisiones. Urkullu ni siquiera lo planteó, ya que no iba acompañada de un acercamiento de los presos de ETA al País Vasco y no hacía más que encarecer el gasto de su Gobierno.
Luego se cuadró el ca-lendario para aprobar las Cuentas del Estado justo después de que el Gobierno anuncie la retirada del 155. La tercera y última votación presupuestaria en el Congreso está prevista que se produzca el 24 de mayo, dos días después de que expire el plazo para formar Gobierno en Cataluña.
El PP no recurrió el voto delegado de Puigdemont y Comín, ambos huidos al extranjero, para facilitar la investidura antes de final de mayo. En cuanto al recurso presentado ante el Constitucional sobre este voto por la formación que dirige Inés Arrimadas en Cataluña es muy difícil que prospere.
En los últimos días, hubo conversaciones a tres bandas (incluidos los independentistas catalanes) para que todo marche según el plan previsto. El compromiso presupuestario lleva implícito poner fin al periodo de excepcionalidad en Cataluña y el cumplimiento de la promesa del PNV de que solo apoyará el Presupuesto cuando se levantase la aplicación del 155.
Ambos políticos coinciden en que hay que impedir a toda costa la llegada de Ciudadanos al poder. Si Rivera gana las elecciones, desalojará a Rajoy de La Moncloa, pero también desarmará a Urkullu, al que amenazó con revisar el Cupo vasco y con el que jamas podrá colaborar en el Gobierno. Las pensiones son solo la baza utilizada para lograr sus objetivos políticos. Como dijo Enrique de Borbón o de Navarra, que se convirtió al catolicismo en 1593 para poder ser rey de Francia: "París bien vale una misa".
PD.- Otro asunto en capilla es la renovación de los órganos de Gobierno, tanto en la patronal española, CEOE, como en la catalana, Foment del Treball. En la patronal española cada día existe un mayor consenso en torno a la figura de Antonio Garamendi, un vasco de pro, actual presidente de Cepyme. Pero en Foment la batalla está muy abierta, después de que algunos de los contrincantes hayan abierto fuego contra uno de los aspirantes, Josep Sánchez Llibre. Lo acusan de ser un submarino de la CEOE, porque en la actualidad es el responsable de esta organización para la relaciones con las Cortes. Cargo en el que desarrolla una labor destacada, poniendo en relación al mundo empresarial con el político. Esta semana se celebró un seminario sobre digitalización, con participación del vicepresidente de Telefónica, Julio Linares, entre otros directivos.
Sánchez Llibre es amigo del presidente de la CEOE, Juan Rosell, persona también cercana al presidente saliente de Foment, Joaquim Gay de Montellá, aunque la relación se deterioró en los últimos tiempos. La intención de Sánchez Llibre es marcharse con Rosell de la CEOE, donde ni siquiera tiene un sueldo, cobra unas dietas para la organización de los eventos.
Durante muchos años, el político catalán realizó una labor impresionante en defensa de los intereses de los empresarios catalanes en Madrid, como número dos de Unió en el Congreso. Puesto que siempre compatibilizó con la vicepresidencia de Conservas Dani, una de las pocas empresas que pasó la crisis sin recurrir a una regulación de empleo.
Sánchez Llibre aún no se pronunció sobre su interés por Foment, pero sus adversarios deben de temerle mucho, porque han abierto ya las hostilidades. Su situación económica holgada podría provocar que se retirara de la batalla antes incluso de que comenzara. Sería una pena, porque en la patronal catalana se necesita un presidente empeñado en coser las fracturas con el resto de España y continuar con la labor emprendida por Montellá en los últimos años.