Opinión

Los problemas de Deutsche Bank y la 'City'

Se necesitan muchas cosas para crear un centro económico de éxito. Los trabajadores cualificados son cruciales. Un gobierno estable ayuda. Lo mismo sucede con un sistema justo y fiable, impuestos bajos y predecibles, una vida cultural vibrante y una red de empresas que se alimentan unas de otras. Pero hay otro factor que no debe pasarse por alto. Como con tantas otras cosas en la vida, un poco de suerte también ayuda.

Ahora mismo, parece que la City acaba de lograr un receso. La crisis del Deutsche Bank no podría haber llegado en mejor momento. Tras el Brexit, el centro financiero de Londres se enfrentó a lo que, sin duda, fue su mayor reto en las últimas cuatro décadas. Tanto París como Fráncfort estaban decididos a robar gran parte de su lucrativo negocio. Pero no se puede crear un centro financiero global, o cualquier otro tipo de centro de negocios, sin algunos campeones locales propios. Con el Deutsche Bank en retroceso a gran escala, Fráncfort no tiene ninguno. Tampoco París. Sin eso, pueden robar algo de trabajo de oficina, pero no pueden reemplazar a la City.

Los problemas cada vez más graves del banco más importante de Alemania son evidentes desde hace mucho tiempo. Ha sufrido pérdidas en los últimos tres años, y se han agravado en el último trimestre. Se ha avanzado poco en la reducción de su plantilla de 100.000 personas. Ha luchado en los mercados de capital mundiales y su negocio principal en Alemania no ha funcionado lo suficientemente bien como para tapar las grietas. Su cotización ha sido catastrófica, pasando de más de 30 euros en 2014 a algo más de 11 euros en la actualidad. Su valor de mercado se ha reducido a sólo 24.000 millones de euros, lo que difícilmente lo convierte en un gran banco: BNP Paribas, por ejemplo, vale tres veces más, y HSBC, seis veces más. Ha sido un viaje muy duro, con rumores a lo largo del camino de que podría incluso necesitar un rescate.

Esta semana, la junta finalmente tomó medidas, reemplazando a su director general, nacido en Gran Bretaña, John Cryan, por Christian Sewing, un empleado de toda la vida, que dirigía su unidad de banca minorista. Queda por ver lo que el nuevo hombre fuerte planea para Deutsche. Pero ya parece que reducirá sus ambiciones globales, rebajará sus operaciones de banca de inversión y se concentrará en la banca alemana nacional.

Por un lado, por supuesto, son malas noticias para la City. Deutsche es un gran jugador en Londres, con mucho personal bien pagado. Los P45 (documento que te entrega la empresa cuando dejas un empleo en el que se detallan los impuestos pagados) volarán más libremente en este país que en cualquier otro. En un mo-mento en el que los mercados están nerviosos y muchos bancos están re-cortando gastos, esos puestos de trabajo no serán fácilmente reemplazados. Por otro lado, sin embargo, es una gran noticia. ¿Por qué? Porque debilita a Fráncfort como competidor potencial.

Después de votar a favor de dejar la UE, no hay duda de que la City se enfrentó a su mayor reto desde la crisis bancaria secundaria de los años 70. Los beneficios económicos de la pertenencia a la UE son exagerados. La mayoría de las empresas no comercia mucho con el resto de Europa, y las que lo hacen pueden operar perfectamente bien bajo las normas de la Organización Mundial del Comercio. Pero los servicios financieros, junto con los automóviles y la industria aeroespacial, son la gran excepción. Los derechos que permitieron a las empresas con sede en Londres vender en toda Europa son enormemente valiosos. Londres se había convertido en el principal centro neurálgico de muchos bancos de la zona euro. Con el Brexit, Fráncfort y París olfatearon la debilidad y fueron a matar. Fráncfort incluso abrió una oficina en Londres y apenas pasa una semana sin que un funcionario francés u otro se presente con un nuevo intento de mover todos los bancos y corredores de bolsa a París. Las cifras reales de los que probablemente se irán pueden haber sido exageradas. Pero no hay duda de que muchos estaban pensando en mudarse a otro lugar.

Pero el problema es éste. Para crear un centro financiero mundial se debe dar una mezcla de factores. Y uno de ellos es que se necesitan algunas instituciones financieras de clase mundial, y preferiblemente nacionales. Por supuesto, Alemania tiene algunos bancos grandes, como cabría esperar de la cuarta economía mayor del mundo. Pero no tiene muchos con una presencia global genuina. Está el Commerzbank, también con sede en Fráncfort, pero tiene unos beneficios desiguales y ha estado recortando miles de puestos de trabajo en los últimos años. Deutsche era su único competidor global real.

Eso marca la diferencia para Fráncfort. Un centro de negocios realmente importante necesita sus propios campeones locales, y una pila de empresarios que estén creando los líderes mundiales del futuro. Nueva York tiene muchos bancos grandes, desde Goldman Sachs hasta JP Morgan. También Tokio, aunque no sea la fuerza global que era, y cada vez más Shanghái y Pekín están construyendo sus propios contendientes, que son tan poderosos como cualquier otro en el mundo. Suiza, que puede considerarse un gran centro financiero, cuenta con UBS y Credit Suisse. En las últimas décadas, la City ha prosperado más como un centro para el resto del mundo, pero cuando se estaba estableciendo como un centro financiero global tenía muchas casas financieras locales. El HSBC es uno de los bancos más grandes del mundo, y Barclays sigue siendo un actor importante, aunque ya no es la fuerza que era (pero si Deutsche se retira, podría quitarle algo de negocio). Y, por supuesto, tiene un montón de empresarios financieros, basta con mirar el éxito de la industria de fondos de cobertura de Mayfair y las nuevas fintech, que empiezan a emerger con verdadera fuerza.

No se trata solo de finanzas, cualquier centro de negocios debe tener sus propias compañías. Silicon Valley no sería el centro tecnológico mundial en el que se ha convertido sin las nuevas empresas que se han convertido en gigantes. Ni tampoco Seattle. Basilea no sería una potencia mundial en productos farmacéuticos sin sus propias empresas, como tampoco lo sería el Reino Unido. París no sería tan fuerte en moda y artículos de lujo sin sus propios diseñadores, como tampoco lo sería Milán. Tokio no sería tan fuerte en los automóviles sin Toyota y Honda. La lista sigue y sigue. Solo las empresas que emergen de un lugar en particular tienen raíces profundas allí.

Seguramente, Fráncfort puede atraer algunas sucursales después de salir Reino Unido de la UE. Si las normas establecen que hay que tener algunos empleados con traje delante de una terminal de Bloomberg en un lugar determinado para seguir teniendo negocio en Europa, entonces los bancos tendrán que cumplir con ello. Pero para plantear un verdadero desafío a Londres como principal centro financiero en la zona horaria crucial que une Asia y América, se necesitan instituciones propias líderes en el mundo. Ahora está claro que Deutsche no lo es. Aun suponiendo que sobreviva a su forma actual, parece probable que sea un banco local apagado. No hay ningún emprendedor, y aunque hay algunas empresas de nueva creación de fintech, la mayoría de ellas se encuentran en la parte más fría de Berlín. Sin un gran banco mundial propio, es difícil ver a Fráncfort como un verdadero desafío. La City, como ha ocurrido en el pasado, acaba de tener mucha suerte. El Brexit podría habérselo puesto muy difícil, pero los alemanes lo han aliviado.

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