Opinión

'Brexit': Concesiones y menor incertidumbre

La Unión Europea ha aprobado este viernes las directrices para la futura relación con el Reino Unido. El lunes el jefe negociador de la UE para el Brexit, Michel Barnier, y el ministro británico para la salida, David Davis, habían alcanzado un acuerdo sobre las partes del texto jurídico de Retirada referentes a los derechos de los ciudadanos, la factura y la transición. Los Veintisiete han dado luz verde en principio a un periodo de transición de 21 meses. Una etapa que debe servir para dar tiempo a empresas y ciudadanos para adaptarse al Brexit.

Durante el periodo de transición, que empieza el jueves, Reino Unido continuará cumpliendo todas las normas de la UE. Sin embargo, saldrá de las instituciones y agencias y dejará de participar en la toma de decisiones. Podrá negociar tratados con terceros, aunque solo entrarán en vigor con el visto bueno europeo. La UE se propone para después del Brexit negociar un acuerdo de libre comercio sin aranceles ni topes de contingentes para todos los productos que incluya los servicios. Equilibrado, ambicioso y amplio, siempre que existan garantías suficientes de que habrá reglas equitativas para impedir una competencia desleal por la rebaja de estándares fiscales, ambientales o normativos y basado en un equilibrio entre derechos y obligaciones. Especifica, no obstante, que no tendrá los be-neficios que la adhesión y no puede equivaler a la participación en el mercado único. El Reino Unido se ha fijado salir también del mercado único y la unión aduanera lo que limita el tipo de pacto posible. Avisa de que las cuatro libertades son indivisibles y no puede haber excepciones en función de sectores.

Además las negociaciones sólo podrán progresar a condición de que todos los compromisos asumidos con anterioridad sean respetados en su totalidad. El texto aprobado incluye una mención específica a Gibraltar. El mensaje que Madrid ha enviado a Londres deja claro que solo con un acuerdo previo entre ambos podrá el Peñon beneficiarse de esa transición. Irlanda del Norte es con Gibraltar el otro asunto territorial pendiente. Todo queda supeditado a estos arreglos: "Nada está acordado hasta que todo está acordado". Theresa May ha dado garantías por escrito para que no se instaure una frontera rígida en ese territorio.

La UE mantiene su propuesta de crear un "área normativa común" en Irlanda para evitar la vuelta de una frontera dura por la salida de Reino Unido. Cualquier futuro convenio debe preservar "la estabilidad financiera de la Unión y respetar su régimen normativo y de supervisión", el acceso a los mercados de contratación pública e inversión entre otros y disposiciones ambiciosas sobre el libre movimiento recíproco de personas. Los líderes europeos exigen asimismo que la gobernanza del futuro acuerdo, incluido el mecanismo de resolución de disputas, tenga en cuenta el papel del Tribunal de justicia de la Unión, cuya jurisdicción rechaza Londres.

En resumen, Gran Bretaña ha logrado evitar un incierto salto al vacío, si bien esto implica el incumplimiento de las promesas del Ejecutivo de May sobre el periodo de transición. Londres, finalmente, contempla una factura de 45.000 millones de euros, aceptando "contribuir y participar en la implementación de los presupuestos de la Unión" durante la transición. Por lo demás, Reino Unido acatará el acervo comunitario en la transición, incluso las leyes aprobadas durante su vigencia.

En cuanto a la pesca, el acceso a las aguas seguirá en los mismos términos que durante el periodo de transición. Continuará la libre circulación durante la transición y May renuncia a su exigencia de que aquellos ciudadanos que llegaran durante la transición no tuvieran los derechos que los que ya están en Reino Unido. Se negociará un acuerdo para mantener el tráfico aéreo, la lucha antiterrorista, la cooperación judicial y policial, en defensa y seguridad y un pacto de protección de datos.

Un último apunte. Tras el ataque con veneno y la presunta implicación de Rusia, Gran Bretaña empieza a constatar que le faltan socios. Las medidas con las que May puede pasar a la ofensiva frente al Kremlin solo cobran auténtico sentido si son respaldadas por Bruselas. No es buen momento para el aislamiento internacional.

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