Opinión

Preocupante polarización italiana

Italia se ha convertido en el primer miembro de la Unión Europea con más del 50 por cien de votos antisistema. Es verdad que en otros estados crecen también este tipo de formaciones. Se nutren de los miedos motivados por la crisis económica, la inmigración y los procesos de transformación sociales. Pero hasta la fecha la UE siempre había conseguido mantenerlas al margen del Gobierno (Holanda o Alemania) o integradas en coaliciones más moderadas con partidos tradicionales (Austria).

En Italia el panorama es más complicado. Los partidos convencionales han fracasado. El gran perdedor, el Partido Democrático del dimitido Matteo Renzi, ha seguido la estela descendente de la socialdemocracia europea, como en Francia, Alemania, Grecia o España.

Estas elecciones han reafirmado el fin de la lógica bipartidista imperante en el país transalpino durante las últimas dos décadas. La Stampa titulaba "Italia es ingobernable", porque el resultado deja un Parlamento fragmentado y sin mayorías viables para formar un Ejecutivo.

Hay dos grandes beneficiados del repudio de los electores hacia los políticos. El populista Movimiento Cinco Estrellas de Luigi Di Maio se convierte, con casi un tercio de los votos, en árbitro principal del sistema. Di Maio no descarta aliarse con otros, con lo que rompe la promesa programática del M5S de no pactar con nadie. Una señal esperanzadora, ya que negociar implica suavizar posiciones.

El otro es la xenófoba Liga de Matteo Salvini, de extrema derecha, que sobrepasa a Forza Italia de Silvio Berlusconi. Lo peor es que en esta opción de la derecha, (Liga, FI y los posfascistas Hermanos de Italia) incluso si la coalición ejerciera el poder, el primer ministro sería el líder de la Liga, Salvini, y no el actual presidente del Parlamento Europeo, An-tonio Tajani, elegido por el inhabilitado Berlusconi como candidato a primer ministro de FI.

Tanto Di Maio como Salvini aspiran a encabezar un futuro Gobierno. Sin embargo, ni uno ni otro cuenta en este momento con los votos necesarios para alcanzar el cargo.

Los ganadores de estos comicios son, pese a sus diferencias, netamente antieuropeos. De modo engañoso han presentado a la UE como chivo expiatorio de todos los males. Prueba de ello es que Más Europa, el partido de la excomisaria europea Emma Bonino no ha obtenido ningún escaño. Para los populistas, fue tarea fácil cumplir con su objetivo: el euro ha impedido a Roma recuperar la competitividad mediante devaluaciones y alta inflación, algo que hacía de forma periódica antes de la Unión Monetaria.

Ahora bien, una cosa es la campaña electoral y otra muy distinta tener que gobernar luego. Es probable que los vociferantes populistas moderen su lenguaje para crear un clima en el que puedan llegar a acuerdos de algún tipo. La estabilidad política debe acompañar a la débil economía para salir del estancamiento. Italia, con una deuda de más del 130 por ciento de su PIB, un desempleo sobre el 11 por ciento (que en ciertas regiones del sur llega al 25 por ciento) y un magro crecimiento del 1 por ciento, necesita ponerse en marcha. Solo dos países de la OCDE no han vuelto aún a la actividad económica previa a la crisis financiera. Uno de ellos es Grecia. El otro, Italia.

Conviene recordar, además, que no hay en el peculiar contexto italiano escenarios imposibles. La fidelidad a líderes y partidos es relativa allí. Lo confirma el hecho de que en la legislatura saliente, según datos de OPenPolis a partir de documentos oficiales del Parlamento, 347 de los diputados o senadores elegidos en 2013 cambiaron de grupo. Al fin y al cabo, su clase política tiene contrastada experiencia en moverse en situaciones complejas, si no inverosímiles.

El presidente, Sergio Mattarella, pasa a desempeñar un papel central, ejerciendo como mediador para lograr un acuerdo en favor de la unidad nacional. La ausencia de una mayoría clara no hace más que agregar incertidumbre en un mundo que enfrenta un panorama cada vez más complejo.

El 23 de marzo, el país vivirá su primera cita trascendental tras los comicios. Se conformará el Parlamento, la Mesa parlamentaria y se elegirá a los presidentes de ambas Cámaras. De este clima, Mattarella tomará buena nota para iniciar sus consultas. De las diferentes alianzas, acercamientos o de los comportamientos de voto que se vislumbren saldrán las claves para emprender los eventuales acuerdos. A partir de ahí, Mattarella comenzará la rueda de consultas con los líderes de las distintas formaciones y los presidentes de las cámaras, con el objetivo de percibir qué candidato podría hacerse con la mayoría necesaria para formar Gobierno.

Si no se superara el bloqueo, se mantendría el Ejecutivo en funciones de Paolo Gentiloni. La consecuencia serían unas nuevas elecciones en el corto plazo.

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