Opinión

Los retos que acechan a la economía digital china

La economía digital china es una fuerza a tener en cuenta. El país ya supone el 42 por ciento del comercio electrónico global, alardea de acoger un tercio de las empresas nuevas tecnológicas de mayor éxito y realiza 11 veces más pagos móviles que Estados Unidos al año. Pero se enfrenta a grandes desafíos.

Sin duda, China va en camino de un progreso continuo gracias a su rico ecosistema de innovadores, la actitud favorable hacia la tecnología de los reguladores y el Gobierno, y un mercado de consumo inmenso. Los 731 millones de usuarios de internet en China superan a los de la Unión Europea y Estados Unidos juntos.

Estos factores respaldan las proyecciones de crecimiento rápido del mercado FinTech chino. De 2016 a 2020, Goldman Sachs espera que el valor de los pagos a terceros de consumo aumente de 1,9 billones de dólares a 4,6 billones, y los préstamos de agentes no tradicionales se eleven de 156.000 millones a 764.000 millones, y la nueva gestión de activos orientados al online ascienda de 8,3 billones a 11,9 billones de dólares.

Además, China está acelerando la inversión en inteligencia artificial. En el informe titulado Artificial intelligence: implications for China, McKinsey calcula que la tecnología AI en China podría añadir entre 0,8 y 1,4 puntos porcentuales al crecimiento anual del PIB chino, dependiendo de la velocidad de adopción. A principios de mes se lanzó Google AI China en Pekín por el científico jefe de la empresa en computación en la nube, nacido en China, Fei-Fei Li.

Aun así, a China le queda mucho camino por recorrer. Como apunta otro estudio reciente de McKinsey, Digital China: powering the economy to global competitiveness, EEUU sigue estando 4,9 veces más digitalizado que China. Y dentro del país hay grandes variaciones en cuanto al grado de digitalización de los sectores.

China se enfrentará a riesgos acusados en su intento de cerrar estas brechas. En palabras de McKinsey, la digitalización promete cambiar y crear un valor del orden del 10 al 45 por ciento de los ingresos totales del sector en cuatro grandes sectores (consumo y minorista, automoción y movilidad, sanidad, y mercancías y logística) de aquí a 2030. Eso implica importantes trastornos a las cadenas de valor e inseguridad sobre el empleo, el consumo y el contexto sociopolítico.

Si China quiere asegurar el desarrollo continuo de su economía digital mientras contiene los riesgos asociados a ese trastorno, sus líderes deberán implantar unas normativas inteligentes, y eso exigirá una consideración atenta de los factores que han contribuido con (e impedido) su progreso hasta ahora.

Hace tan solo una década, pocos esperaban el destacado avance digital de China. De hecho, los dos grandes pioneros de internet del país, Jack Ma de Alibaba y Pony Ma de Tencent, sufrieron fracasos en sus primeras fases. Aun así, gracias a la voluntad del liderazgo chino de experimentar, autorizar el acceso al capital extranjero y la tecnología, estos pioneros fueron capaces de perseguir ofertas públicas iniciales en otra parte: Tencent en Hong Kong y Alibaba en Nueva York.

Cuando empezaron a aprovecharse de la emergente tecnología digital (por no mencionar las infraestructuras públicas de gran calidad del país) para apalancar y construir servicios, estos pioneros encabezaron el rápido avance de la economía digital china. La plataforma de comercio electrónico de Alibaba expandió el acceso al mercado y redujo los costes de operación, desplazando al intermediario tradicional que socavaba la productividad. WeChat de Tencent recortó el coste de la comunicación, interacción, coordinación y socialización entre las personas, estimulando la innovación entre sectores. Ambos derribaron barreras entre la manufactura, la distribución, los medios y las finanzas, logrando escala, ampliando el alcance y aumentando la velocidad.

Estos logros, que produjeron importantes ganancias de productividad, ingresos y riqueza, dan testimonio de la ingenuidad del sector privado, aunque los facilitó el Estado, que persiguió una política de no ejecución flexible, con normas funcionales y reglamentos que permitieron no solo la expansión de los mercados privados en China sino también la integración de esos mercados en la economía global.

Aun así, las innovaciones basadas en el mercado son intrínsecamente imprevisibles y las expectativas sobre las innovaciones suelen superarse. Hablando de la economía digital china, unas normativas y ejecución imperfectas y retrasadas exacerbaron los efectos de los desequilibrios en el entorno empresarial, lo que permitió la emergencia de vulnerabilidades graves, desde riesgo financiero y deuda, a contaminación y desigualdad.

En el sistema actual chino, elGobierno es el responsable de abordar estos problemas y durante los últimos cinco años ha intentado hacer precisamente eso, a menudo con herramientas administrativas obsoletas e imperfectas pero disponibles. Solo en el último año, las autoridades chinas han endurecido gradualmente las normativas que rigen la criptomoneda bitcoin, las plataformas de financiación B2C, la banca paralela, los flujos de capital transfronterizos y los mercados de deudas y títulos.

Pero esos cambios no reflejan las debilidades subyacentes que permiten que el riesgo prolifere. Para ello, China debe edificar instituciones más efectivas que afronten las quiebras de negocios, absorban las pérdidas y gestionen los riesgos e incertidumbres. En particular, China necesita unos procedimientos mejorados de bancarrota, mercados capitales multinivel, un sistema de seguridad social eficaz, viviendas públicas fiables y un sistema fiscal progresivo que aspire a reducir la desigualdad. Al mismo tiempo, para contrarrestar los abusos de mercado, China debe introducir unas leyes más sólidas contra la competencia, mecanismos anticorrupción y normativas medioambientales más fuertes.

La economía digital es por naturaleza pro-mercado, pro-productividad y pro-globalización, pero sin una gestión eficaz puede generar desequilibrios económicos considerables que propician la inestabilidad política y social. Y más aun en un momento de trastornos a gran escala debidos al rápido avance tecnológico, variaciones demográficas y cambio climático.

La única manera de aprovechar el potencial de la economía digital, evitando a la vez los riesgos a la baja, es creando instituciones sociales justas e incluyentes que protejan los derechos de la propiedad y garanticen unos mercados eficientes. En otras palabras, todo se reduce a delinear con claridad, adecuación y efectividad el papel del Estado y el mercado.

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