
Puede ser la primera vez que escuchen la palabra kintsugi. Su significado vendría a ser "reconstrucción con oro". El kintsugi es un arte japonés que consiste en recomponer, uniendo las partes en que se rompe una cerámica. Se unen mediante un barniz de resina al cual se le espolvorea polvo de oro. Esa actividad artística da lugar a un nuevo objeto reconstruido, dando aún más belleza al que se rompió. Curiosamente el kintsugi consigue que las piezas recompuestas no solo sean más bellas, sino que además sean mucho más valiosas, al haber incorporado el oro a los elementos que la conforman.
En mi opinión, necesitamos a algún japonés o persona que conozca los secretos del kintsugi y nos ayude. No creo que los políticos, al menos los que tenemos en estos momentos, sean capaces de hacer lo que necesitamos, me sorprendería muy gratamente.
El recelo a Sus Señorías, diputados, senadores y demás integrantes, viene fundado por una frase de Otto von Bismarck: "el político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones". No creo que los políticos actuales sean estadistas, me sorprendería encontrar a uno. Ya saben que no soy muy proclive a los personajes políticos actuales. Ese estadista, si se encontrase, sería el artista de la cuestión catalana.
Necesitamos volver a ensamblar las piezas, porque en este momento la inmovilidad y dejadez de Mariano Rajoy, junto con las decisiones kamikazes de la pareja lisérgica, ya saben Carles Puigdemont y Oriol Junqueras con la colaboración impagable de la CUP, ha roto esa porcelana llamada convivencia. Hoy ya se ha mostrado que la secesión deja fuera a Cataluña del área euro, de la Unión Europea. Ese trozo de España, con sus habitantes, no puede quedar fuera de una Europa que avanza cada vez hacia una mayor integración. Una pieza de una porcelana rota no vale nada, vale si el objeto no se ha roto, ya si hemos empleado el kintsugi vale mucho más.
Ahora mismo están saliendo las grandes empresas de Cataluña, el jarrón se acaba de caer. En el suelo nos fijamos primeramente en las grandes piezas quebradas. Miramos en el suelo, en la salida, vemos las cotizadas (aquellas que tienen que proteger a sus accionistas), los bancos que, además, tienen contacto con el que les provee de su materia prima, el dinero mediante la apelación al banco central.
Vemos otros trozos grandes, las multinacionales preocupadas, pues si Cataluña está fuera de la Unión Europea sus productos quedarían fuera o con fuertes aranceles. Para Volkswagen, trasladar Seat a Navarra le cuesta mucho menos que el escándalo del diesel en Estados Unidos. ¿Por qué a Navarra? Pues porque desde sus instalaciones del polígono industrial de Landaben, tienen ya al lado a los proveedores. Pero, además, desde Landaben, tienen ya la infraestructura para sacar su producto al mercado español, europeo y mundial.
Estas grandes piezas y, como suele pasar en un jarrón, son muy llamativas, porque generalmente son el pie del jarrón, lo que sustenta toda la porcelana. Claro que con la salida de esas multinacionales, sus proveedores, que pueden ser también multinacionales o empresas locales, de tamaño mediano en muchos casos, también van a salir. Van a hacerlo porque en el ejemplo del coche, la instalación que produce piezas para los Seat, que se llama Bosch, está instalada en Cataluña y tendría que pagar aranceles para la exportación de esos componentes.
Por cierto, empieza a hacer aguas con esa salida y la independencia uno de los impuestos principales, el IVA. ¿De verdad alguien en su juicio cree que sin esa compra de Seat a Bosch, la cual está gravada por el IVA y se paga en España, Cataluña llegaría a recaudar esos 16.000 millones que los descerebrados secesionistas aseguran?
Claro que desmontando la planta o trasladándola, en nuestro supuesto a Navarra, serán muchos los trabajadores que acudan a esta comunidad autónoma. Vamos, está el mercado laboral como para dejar un puesto de trabajo. En ese traslado viene el buscar las piezas pequeñitas de la ruptura del jarrón, las pequeñas empresas. ¿Qué pasaría con los colegios alrededor de las instalaciones de Seat, aquellas poblaciones donde viven los trabajadores de su cadena de montaje? ¿Con los supermercados, con aquellos negocios pequeños que el Día de la Hispanidad no cerraron sus comercios? Ese traslado haría que se sustituyese la butifarra catalana por la chistorra navarra, eso afectaría a explotaciones que ya son microempresas.
¡Uff! Entonces la Arcadia conocida como República Catalana ¿qué nivel tendría de recaudación del IRPF o del Impuesto de Sociedades? Es decir, los tres principales impuestos (IVA, IRPF e IS) de la Arcadia catalana. ¿Cómo recaudaría 16.000 millones? ¿Cómo se paga la sanidad? ¿Cómo se pagan las pensiones? Todo eso sin hablar del coste de mantenimiento de un Estado con fronteras, con mar, con problemas de yihadismo dentro de su área geográfica.
Han sido mentirosos o kamikazes, como Mas, los que aseguraban que no había que temer por una salida de empresas, en unión con los antisistema, los que han roto el jarrón. Además, el inmovilista Rajoy ha esparcido las piezas por el suelo, rompiéndolas aún más. El panorama es desesperanzador y muy difícil. Da pena ver el destrozo. ¿Necesitamos kintsugi o estadistas?
Esperemos encontrar un estadista que recobre y haga válida otra famosa frase del canciller Bismarck: "España es el país más fuerte del mundo: los españoles llevan siglos intentado destruirlo y no lo han conseguido".