Opinión

El populismo golpea la eurozona

El ambiente no pudo ser más adverso a la conmemoración, esta semana, del 25º aniversario del Tratado de Maastricht. El acuerdo que originó el euro llegó a su efeméride con problemas en la periferia y en el corazón del área de la divisa única.

En el primer caso, el resurgir de las tensiones en Grecia amenaza con truncar su tercer rescate y arrastrarlo a nuevas elecciones. Pero aún más importante es la amenaza de que una de las economías medulares del euro, Francia, celebre un referéndum para abandonarlo, como se comprometió el Frente Nacional. Es una amenaza que los mercados toman en serio, como muestran las pérdidas del 3,4 por ciento del bono galo en 2017.

Con frecuencia, se invoca el marasmo en que se precipitaría un país que saliera del euro, en forma de regreso a una moneda muy depreciada, que desbocaría la inflación y sumiría al PIB en recesión. No obstante, el Brexit demostró que todo argumento influye poco en consultas en las que las pasiones priman sobre la razón.

Sin embargo, urge matizar los paralelismos. Reino Unido conserva la libra y lleva décadas en una UE a la carta en muchos aspectos. En la eurozona, por el contrario, los vínculos son más numerosos y estrechos y comprenden desde la dependencia de la liquidez del BCE, hasta los compromisos contraídos con terceros países, pasando por su funcionamiento interno.

La Unión Monetaria es un club que cuenta con bases sólidas. Aunque se debe reconocer que una hipotética salida de Francia quizá no pueda derribar el euro en principio, pero sí prender una mecha que puede contagiarse a otros países donde el populismo está en auge, como Italia o Holanda.

Se trata, por tanto, de un desafio que, como la subida de prima francesa indica, ponen en peligro a la eurozona.

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