Opinión

Cita con la paz en Colombia

Al plebiscito de este domingo están convocados 34 millones de colombianos. Contestando a la pregunta: "¿Apoya usted el acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera?" decidirán si aceptan lo negociado entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. El resultado es vinculante.

El acuerdo incluye la implementación de una justicia transicional, mucho menos severa que la tradicional. Con aspectos polémicos; en particular, la cuasi impunidad de algunos jefes guerrilleros. No obstante, forma un conjunto equilibrado. El mejor posible dadas las circunstancias.

El pacto no es perfecto, aunque beneficia a todos a la vista de la catástrofe provocada por la guerra civil. 260.000 muertos, 8 millones de víctimas, miles de desplazados. Sin mencionar el inmenso lastre para el desarrollo económico. Buena cantidad del gasto militar se destinará desde ahora a inversión productiva, educación y salud.

En los diálogos de La Habana, las partes mostraron su voluntad de lograr el acuerdo. Tras alcanzarlo, el Ejecutivo busca una vía análoga para que el Ejército de Liberación Nacional abandone la lucha. Si el ELN libera a los secuestrados en su poder, podría anunciarse la apertura de la fase pública de diálogos de paz con la segunda guerrilla del país. Ambos grupos se fundaron en 1964. Las FARC pretendían luchar contra la concentración de tierras. El ELN nació de la radicalización del movimiento estudiantil y teólogos de la liberación.

Las encuestas favorecen el ?sí?. Pero el margen de diferencia ha ido reduciéndose. El número de indecisos ronda el 4,3 por ciento. Una baja participación podría poner en peligro la paz. La campaña del ?no? es sólida. Se basa en el profundo odio generado por las FARC y la sensación de que este grupo va a recibir concesiones inadmisibles. Un argumento esgrimido por los partidarios del ?no? es: ¿para qué negociaron con unas FARC ya casi derrotadas? Estiman que 260.000 muertos no son suficientes y la guerra debe continuar. Tampoco es válido rechazarlo aduciendo que habrá otro mejor. ¿Cuándo? Nadie lo sabe.

Un apartado complicado prevé la concesión temporal de cinco escaños para las FARC en la Cámara de Representantes y cinco en el Congreso. Mas esto no daña el Estado de Derecho; lo fortalece. Piénsese que si la exclusión política fue una de las mayores razones para la existencia del grupo armado, parece lógico abrir esos espacios. Se busca la ampliación de la democracia como camino para resolver las controversias.

Liderado por el expresidente Álvaro Uribe, un segmento importante del ?no? está en las grandes ciudades y no consiente la representación de las FARC. Esto se explica porque en Colombia el 75 por ciento es urbano. En sus ciudades, poco se sabía de los horrores de la guerra. Durante su mandato, Uribe pudo actuar reduciendo de forma ficticia el conflicto armado a una amenaza narcoterrorista.

Son los damnificados de las regiones que padecieron la barbarie quienes reclaman a las ciudades que voten ?sí? y no les condenen a más guerra. Una paradoja, porque el perdón constituye la prueba más dura precisamente para las víctimas.

El largo suplicio colombiano se halla en vías de resolución. Algo impensable hace poco. Este hecho llegará a ser un factor estabilizador en toda Latinoamérica. Puede, además, facilitar una salida consensuada para la convulsa Venezuela. Recuérdese que la continuación de la guerrilla en Colombia, estuvo ligada a las conveniencias chavistas. Un régimen que ofreció cobijo a las FARC. Y sigue haciéndolo con el renuente ELN. Hugo Chávez encontró en Uribe un enemigo perfecto. Lo tildó de ?paramilitar? y ?esbirro? de EEUU, Uribe lo calificaba de ?dictador?.

En 2010 llegó Santos a la presidencia y cambió la confrontación por el diálogo. Una política que le valió el absurdo apelativo de ?castro-chavista? por Uribe. Sin embargo, una Colombia en paz tendrá mayor libertad para actuar a favor de una salida pacífica a la dictadura vecina. Este domingo las víctimas tienen la oportunidad de dejar atrás el dolor. Con la ratificación del acuerdo, el sueño de la paz empieza a hacerse realidad.

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