Opinión

Populismo no es (todavía) extremismo

No es lo mismo populismo que extremismo puro y duro. Puede afirmarse a raíz de las recientes elecciones en el estado federado de Mecklenburg-Vorpommern en el noreste de Alemania. La buena noticia es que en ellas el Partido Nacionaldemócrata (NPD) de extrema derecha quedó sin representación con lo que todos los parlamentos germanos han quedado libres de grupos neonazis.

En cambio, es motivo de inquietud que con esta la Alternativa para Alemania (AfD) ya está presente en nueve de las 16 cámaras regionales. Se esperaba lo sucedido: la continuación del espectacular ascenso de la AfD. Todos los demás perdieron votos. Conservadores de CDU y socialdemócratas de SPD. Los Verdes, La Izquierda y los liberales.

Se viene calificando a la populista AfD como ultraderecha. A mi juicio, equivocadamente. Es cierto que su retórica muchas veces podría tildarse de xenófoba y racista. Por ello se requiere su constante observación y escrutinio. En Alemania, por su pasado, este escrupuloso control constitucional y legal se toma muy en serio.

Asimilar la AfD con el NPD no es justo. A principios de año una encuesta revelaba que muchos votantes de la AfD ni siquiera quieren que esa formación gobierne. Agradecen su existencia: porque - a excepción de la Unión Social Cristiana de Baviera - son los únicos que abordan abiertamente los problemas. Muchos no son extremistas y es previsible que una vez tenidas en cuenta sus quejas vuelvan a votar a los partidos tradicionales. Esos a los que la líder de la AfD, Frauke Petry, echa en cara su ?perpetua arrogancia?.

La crisis de refugiados comenzó hace un año. La larga controversia sobre el camino correcto en una situación sin precedentes es considerada por la población, con razón, muestra de un liderazgo débil e irresponsable.

Sabemos hacia donde lleva esto. Desinterés manifestado en abstención o voto protesta. De nuevo es válido el ejemplo de la elección en Mecklenburg-Vorpommern: la participación en 2011 fue un escaso 50 por ciento. Esta vez rebasó esa cifra en diez puntos. El descontento ha sido aprovechado por la AfD. Ha dado voz a aquellos que se sienten desbordados por la ?cultura de la bienvenida? y a quienes cuesta sentirse en casa en su propio país.

El partido protesta fundado en 2013 no aporta soluciones. Sin embargo, los inconvenientes - ante todo por la política de refugiados - continuarán. La AfD no va a desaparecer rápidamente. Su presencia significará para el espectro político alemán, y en especial para Angela Merkel, una oposición agresiva, áspera e incómoda. Pero una exclusión sería a todas luces equivocada. Por el contrario, se precisa paciencia y credibilidad. Eso no implica hacerle el juego a los populistas pidiendo, por ejemplo, el fin de la doble nacionalidad para los turcos o la prohibición del burka. La estrategia ha de consistir en valorar debidamente la preocupación de los ciudadanos que se consideran ignorados. Una línea clara de gobierno y un consenso en Berlín respecto a la política migratoria. Nunca se preguntó a la población si estaba dispuesta a realizar el sacrificio financiero necesario. Ni se explicó cómo se iban a superar las inevitables tensiones culturales. No se puede experimentar con toda una nación. Mucho menos en una cuestión que supone una transformación sustantiva para la sociedad.

Con su frase ?lo lograremos? Merkel se refería al aspecto administrativo de la acogida. Mas como también podría interpretarse en el sentido de que la oposición a su política ha de ser superada, sus adversarios políticos - dentro y fuera de sus filas - la repiten en los medios hasta la náusea. No obstante, lo que verdaderamente irrita a los alemanes es que con la política de fronteras abiertas fueron confrontados con hechos consumados.

Falta un año para los comicios federales de 2017. Algunas cosas están empezando a cambiar. El jefe de los socialdemócratas y vicecanciller en la gran coalición, Sigmar Gabriel, se está distanciando de Merkel. Queda por ver si la canciller volverá a ser la candidata de los cristianodemócratas. Probablemente, sí. Se sabe corresponsable del avance del voto populista al que ha dado alas la crisis de los refugiados. Con su fuerte personalidad tratará de minimizar las consecuencias de su política. Si bien es cuestionada, incluso internamente, defiende su gestión. Se propone ?convencer? a los ciudadanos de que, pese a sus quejas, es lo más acertado. Para efectuar esa labor tendrá que informar acerca de costes y dificultades. Una mejor interacción con el electorado garantizará la justicia social y la seguridad.

Su defensa de las fronteras abiertas es lo correcto en un mundo poco solidario. Lo ocurrido es un serio aviso para recuperar la confianza.

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