
La libra ha entrado en caída libre, la Bolsa de Londres se hunde, los bancos buscan oficinas en Fráncfort y París, y las empresas se han refugiado en sus búnkeres y posponen cualquier inversión. Facebook ha pasado de un lugar donde compartir vídeos monos de gatitos al campo de batalla entre los defensores indignados de la UE y los activistas acérrimos del Leave. Decir que los británicos no se han tomado el referéndum sobre la marcha de la UE de la semana pasada con calma sería el eufemismo del siglo.
Una petición de celebrar un segundo referéndum roza los cuatro millones de firmas. Las encuestas indican que más de un millón de votantes del Leave se arrepienten de su decisión. Todavía hay que elegir a un nuevo primer ministro y una estrategia de negociación para la salida. Quedan al menos dos años hasta que el Reino Unido salga finalmente por la puerta y el ánimo político es tan febril que casi no se puede garantizar que se acabe dando ese paso.
Los mercados todavía no lo han tenido en cuenta. Mientras los agentes asumen furiosamente el impacto del Brexit para la economía británica y mundial, queda otra posibilidad que todavía no se han puesto a considerar. El Reino Unido podría no abandonar la UE al final o hacerlo de una manera mucho más tibia que casi no cuente como una salida. Llamémoslo el Breturn, donde el país regresaría a su status quo. Dado que la moneda y la bolsa se hundieron después del referéndum, se podrían disparar si regresa.
Ni los mercados ni el aparato político anticiparon la mayoría del Brexit. Las encuestas siempre dijeron que sería reñido pero casi todos optaron por no creerlas. La decisión ha sorprendido a los inversores y provocó una ola de ventas frenéticas, que ha hundido los precios de los activos por toda Europa y el resto del mundo.
En el Reino Unido, lo lógico sería que el ambiente fuera de alborozo, al ser la voluntad mayoritaria, pero hay pocas muestras de ello. Dejando de lado a unos cuantos acérrimos seguidores del Leave, el humor de la semana pasada es de ansiedad y cierto remordimiento. Cada vez hay más pruebas de que muchos quieren luchar contra la decisión de marcharse y su voz cobra cada vez más fuerza.
Una petición por Internet que exige que la gravedad de la decisión de abandonar la UE requiera una mayoría del 60 por ciento con un 75 por ciento de participación está ganando muchos apoyos. Ha crecido en 20.000 firmas desde que me puse a escribir esta columna y ya llega a los cuatro millones (http://keithharris.org/petition/). Un sondeo de The Independent arroja que 1,1 millones de los 17 que votaron Leave ahora se arrepienten de esa decisión (http://www.independent. co.uk/news/uk/politics/brexit-eu-referendum-bregret-leave-petition-second-remain-latest-will-we-leave-a7105116.html). El pasado martes, el ministro de Sanidad, Jeremy Hunt, sostenía que debe haber una segunda votación antes de que el Reino Unido se marche de verdad. Esperen oír mucho más en esta línea a medida que se comprendan las implicaciones del voto.
¿Podría acabar pasando? La respuesta es, sin duda, sí. En realidad, hay tres escenarios en los que es perfectamente plausible que Gran Bretaña se quede en la UE después de todo.
El más obvio es otra votación. Abandonar la UE no será una tarea sencilla para quien tome el relevo de David Cameron como primer ministro. El proceso dura dos años y exigirá largas negociaciones sobre una nueva relación comercial entre Gran Bretaña y el resto de Europa. Habrá que desenmarañar y reemplazar una montaña de legislación. Tras cuarenta años dentro de una UE cada vez más poderosa, desprenderse de la red de diferentes tratados y responsabilidades exigirá un gran esfuerzo. Al final de ese proceso, se llegará inevitablemente a un compromiso, aunque sea conflictivo y no agrade a todos. Sería perfectamente sensato que el primer ministro lo llevara a votación en otro referéndum, en cuya papeleta figuraría la opción de permanecer.
Alternativamente, podrían celebrarse elecciones generales antes de que el país se marchase. Un nuevo primer ministro necesitaría un mandato claro para impulsar un cambio de rumbo tan trascendental para el país. ¿Quién ganaría? Ahora mismo nadie lo sabe, pero si la población está tan convencida de quedarse en la UE como dice ahora, no hay ninguna razón por la que un partido pro europeo, como los antiguos socios de coalición de los conservadores, el partido liberal demócrata, no podría irrumpir en el poder. Entonces, la decisión se revertiría.
Por último, el Reino Unido podría negociar alguna clase de membresía asociada que fuera prácticamente idéntica a permanecer en la UE. Ya parece que el desenlace más probable es el ?modelo noruego?, según el cual el Reino Unido conservaría el acceso al Mercado Único a cambio de aceptar la libre circulación de trabajadores y muchas normas de la UE. Podría convertirse también en el caso noruego, que incluya cierto papel del Reino Unido en la toma de decisiones. Dado que el país ya está fuera del euro, habría que fijarse mucho para observar las diferencias entre quedarse y estar fuera. Perdería parte de su influencia, pero salvo que uno sea diplomático o político, no tiene mucha importancia.
Si el Reino Unido sigue alguno de esos caminos, habrá vuelto en efecto. Y para los inversores es importante. Miles de millones desaparecieron de los mercados de capital al conocerse el resultado. Las monedas llevan agitadas desde entonces y la economía real, tanto en Gran Bretaña como en el resto del mundo, se verán pronto afectadas. Si la decisión se revierte, esos mercados también se recuperarán. La libra volverá a valer 1,5 dólares, como el jueves 23 por la noche, cuando las encuestas decían que iba a ganar el Remain. Y los títulos harán lo propio. Lógicamente, está por ver si acabará pasando, pero hay una cosa muy clara: la saga del Brexit, o Breturn, no ha hecho más que empezar.