Opinión

La concreción del horizonte

Estos tiempos la política ha devenido en una liturgia en la que con frecuencia el lenguaje se subvierte, las razones ceden acomplejadas ante lo políticamente correcto y se confunden -amalgamándose- fines, medios, instrumentos, plazos y promesas.

La permanente campaña electoral, cargada de superficialidades y ataques ad hominen oscurece y vela la falta de proyecto y programa concorde con él. El coyunturalismo se ha instalado en el lugar de la cosmovisión y el futuro se ha tornado en una serie infinita de ahoras.

El actual proyecto conservador se limita a conservar lo existente y apuesta por el advenimiento de un crecimiento económico que, cual piedra filosofal, transforme todo en empleo, aunque sin especificar de qué tipo. Una parte de la sedicente izquierda limita su pregonada alternativa a limar, corregir superficialmente y a endulzar las aristas y efectos del sistema.

Otra parte de las nuevas propuestas de liberación, o bien se encastillan en su lenguaje para iniciados, o bien se presentan como una nueva visión que sustituye a las otras. A veces fuerzas políticas que se pretenden del cambio se limitan a yuxtaponer proyectos a la manera de una bandera que va incorporando colores permanentemente. Actualmente en el campo de la astrofísica se ha llegado a determinar las cuatro fuerzas fundamentales que están detrás de la constitución del universo.

Sin embargo la ciencia sigue buscando la teoría unitaria que llegue a determinar el último fundamento del cosmos. ¿Es posible en política plantear un proyecto de carácter unitario que tenga el consenso universal? En la actualidad la Declaración de DDHH de 1948 es el horizonte programático que diseña una sociedad muy distinta. Que los siete mil millones de habitantes del planeta gocen de esos derechos expresa una sociedad alternativa. Y como cierre integremos en los DDHH los contenidos de la carta de la Tierra. No busquemos otros horizontes.

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