Opinión

Mantener el rumbo para seguir creciendo

La economía española ha entrado en 2016 con un ritmo de crecimiento del 3,5 por ciento, nivel que no se registraba desde finales de 2007. Se han recuperado las tasas anteriores al inicio de la recesión, pero debemos perseverar si queremos restablecer los baremos de riqueza y empleo previos a la crisis y seguir progresando. Tenemos riesgos en el entorno internacional y vulnerabilidades internas. Por eso lo importante ahora es avanzar en las reformas y tener un Gobierno estable que aplique las políticas correctas en momentos que pueden ser complejos. Consulte el especial 10º Aniversario de elEconomista.es

Los indicadores del primer trimestre del año muestran tendencias mixtas, frente a la clara aceleración de finales de 2015. Los índices de confianza y sentimiento económico reflejan, por su parte, cierta preocupación por la situación económica.

No creo, sin embargo, que estemos ante un cambio de tendencia radical y espero que los resultados del primer trimestre de 2016 sean solo muy ligeramente inferiores a los del cierre del año anterior. Pero sí considero que estamos ante un momento crucial con desafíos muy importantes que marcarán el devenir de los próximos años.

En el entorno internacional hay cierto clima de pesimismo, como he constatado hace unos días en la reunión del G-20 en Shanghai (China). Las perspectivas de crecimiento económico mundial muestran mayor debilidad, derivada de la caída del precio de las materias primas, en especial el petróleo, el impacto sobre los países emergentes, las dudas sobre China y la volatilidad en los mercados. Además, el margen de maniobra de la política monetaria tiende a agotarse. España exporta más del 33 por ciento del PIB y las empresas están muy internacionalizadas, lo que siempre es un condicionante, tanto a favor como en contra.

A efectos internos, persisten elementos de vulnerabilidad que nos hacen aún muy dependientes de los vaivenes en los mercados internacionales. Partíamos de una deuda privada del 217,5 por ciento del PIB en 2010 y en la actualidad el endeudamiento se ha reducido al 175 por ciento.

Pero es insuficiente y el entorno no facilita avances significativos. Con tipos de interés bajos o negativos se favorece el endeudamiento frente al ahorro. Es necesario mejorar la productividad para que las empresas ganen músculo financiero y reduzcan deuda con mayor rapidez.

La situación de incertidumbre política tampoco proporciona un marco adecuado para abordar importantes tareas pendientes. La principal, bajar la tasa de paro a un dígito, conseguir que en España vuelva a los 20 millones de ocupados y recuperar los niveles de renta anteriores a la crisis.

Algunos partidos plantean derogar la reforma laboral de forma total o parcial, lo que supondría volver a los años en que se perdían más de un millón de empleos en España, como sucedió en 2009. Por el contrario, se necesita avanzar en la reforma laboral, en aspectos como las políticas activas de empleo, en especial, para los parados de larga duración.

La reforma laboral ha permitido dar la vuelta a la situación del mercado de trabajo con que nos encontramos en 2012. Durante los años de la recesión, la economía española destruyó 3,5 millones de empleos. Llevamos dos años de creación de puestos de trabajo de una forma acelerada. En 2015 se crearon más de medio millón de empleos y el paro bajó en más de 600.000, un récord histórico.

Prácticamente todo el crecimiento económico se ha trasladado al empleo, lo que supone un importante cambio estructural que explica lo conseguido estos años. La reducción del déficit público y de la deuda son otros dos objetivos que no nos podemos permitir poner en riesgo. Las cuentas públicas se han corregido en estos años en condiciones muy difíciles.

En plena recesión, el déficit se ha reducido prácticamente a la mitad el pasado año desde el 9,5 por ciento de 2011. Si conseguimos mantener el crecimiento de la economía española en el entorno del 3 por ciento, este año podemos cerrar con un déficit público inferior al 3 por ciento, como hemos comprometido.

Pero si se da marcha atrás en las reformas o se hacen experimentos con los impuestos o el gasto público y se prometen medidas sin explicar cómo se financian, el impacto para el crecimiento sería negativo. Se produciría una merma de la confianza y se crearía menos empleo. Volveríamos a una especie de círculo vicioso en el que la necesidad de un ajuste fiscal afectaría de forma negativa al crecimiento. Es una amarga medicina de la que se saben muy bien los efectos secundarios y que no deberíamos probar.

Por primera vez desde que empezó la crisis, el peso de la deuda pública sobre el PIB ha caído hasta el 99 por ciento, según nuestra estimación. Este es otro cambio estructural importante para España porque indica que la presión sobre las cuentas públicas de los problemas que acarreó la crisis -rescate financiero, rescate a las comunidades y ayuntamientos y contribución a los rescates de Grecia, Irlanda y Portugal- empieza a remitir. No nos podemos permitir dar marcha atrás en este proceso. Entre deuda pública y privada España tiene que pedir prestados 400.000 millones de euros este año. Una quiebra en la confianza nos devolvería a las dificultades de hace muy poco tiempo. Conviene no olvidar.

En este periodo se han corregido importantes desequilibrios como el del saldo exterior. La economía registró en 2015 el tercer superávit consecutivo en la balanza por cuenta corriente, lo que nunca había sucedido hasta ahora en España; además, en una etapa de crecimiento económico, algo también inédito. El pasado año se registró un récord de exportaciones. La mejora de la competitividad por las reformas está detrás de ese cambio estructural que tampoco se debe deshacer.

En el año 2012 el crédito al sector privado caía a plomo porque las entidades financieras no estaban en condiciones de ejercer su función primordial, prestar dinero. Reforzamos las provisiones, recapitalizamos algunas entidades, las profesionalizamos y se recuperó la credibilidad mediante un amplio ejercicio de transparencia. Plantear por ejemplo, que el ICO (Instituto de Crédito Oficial) suplante a la banca privada en esta función es un absurdo, sobre todo, cuando está creciendo el crédito. Son ideas arcaicas e ineficaces.

Espero que el panorama político se despeje pronto y dé lugar a un Gobierno estable, que impulse reformas en la dirección adecuada. Es necesario consolidar los cambios estructurales conseguidos estos años, avanzar en las reformas para fortalecer la economía y estar así en las mejores condiciones para superar las dificultades.

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