Opinión

Sesión de investidura a la carta

Pedro Sánchez. Imagen: EFE

El hombre que convertía las derrotas en victorias se somete al escrutinio del Congreso. Ha llegado el momento de la verdad para él, con los deberes hechos porque ha logrado practicamente todos los objetivos que se propuso aquella tarde de febrero en la que aceptó el encargo del Rey: ha logrado visibilidad, ocupar el centro del tablero y hacer creer a los españoles que es un líder ganador con iniciativa.

Pedro Sánchez se sube a la tribuna del hemiciclo con ese triunfo ya en su mochila. Ni siquiera el desliz de sus cinco ofertas absurdas e infantiles a la extrema izquierda ha emborronado para la mayoría de los ciudadanos la centralidad de su pacto con Ciudadanos. Hoy llevará al límite su presión a Iglesias para lograr la abstención de Podemos en la segunda votación del viernes, pero en el fondo le dará igual si se produce o no: él llega a la segunda y decisiva parte del partido dominando el juego y en condiciones de liderar el acuerdo posible, el de los socialistas y todo lo que hay a su izquierda.

Albert Rivera, el pichón en palabras del PP, asiste a la investidura pensando en la reunión con los populares del día 7. Ciudadanos debería aprovechar la tribuna para explicar a sus votantes desencantados del PP que le apoyaron por qué su voto se va a emplear en apoyar al candidato socialista. Intentará convencerles de que es Suárez revivido, aunque en menos de una semana se ha percatado de la clase de socio con la que ha creído llegar a acuerdos "de Estado".

Una duda razonable reside en qué tipo de performance habrá preparado esta vez Podemos para remarcar su presencia en la moqueta roja del Congreso, toda vez que los suyos eran expertos en moverse extramuros de la institución y ahora se sientan en sus cómodos escaños. Iglesias irá a degüello a por Sánchez por pactar medidas que a su juicio sólo benefician al Ibex, pero en realidad es otro de los triunfadores: ocurra lo que ocurra (segunda investidura de Sánchez con su apoyo o elecciones) Podemos sale fortalecido.

Y llegamos a Mariano Rajoy y el PP, que van a soportar pese a no someterse a investidura alguna la tormenta de descalificaciones y los intentos de deslegitimación de su opción política, como viene siendo habitual. El presidente en funciones sacudirá por igual a PSOE y Ciudadanos para defender su propia candidatura en una imposible gran coalición en la que nadie cree. Y se sentará a esperar paciente la disolución de las Cortes.

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