
Poco más de 100 operaciones, por un valor de 3.695 millones, fue el saldo que arrojó el mercado de fusiones y adquisiciones español el pasado mes de enero. Se trata de la cifra más reducida desde el primer mes de 2013, justo cuando nuestro país acababa de dejar atrás uno de los años más duros de la actual crisis. Ahora la situación debería ser la opuesta, ya que la economía cerró 2015 con su crecimiento más vigoroso desde el inicio de las turbulencias (un 3,2%, como el INE confirmó la semana pasada).
Pero fuentes del sector dejan claro que existe un nuevo factor en juego que está retrayendo a los inversores, sobre todo a los procedentes de otros países: la inestabilidad política que España arrastra desde las elecciones de diciembre y que, posiblemente, no se despeje en el debate de investidura que mañana comienza. Repetidamente se han ensalzado las fortalezas con las que España puede hacer frente a la incertidumbre, en especial sus Presupuestos ya aprobados o el impulso que proporciona el crudo barato.
Es más, las últimas previsiones del Banco de España aseguran que la economía aún creará casi 200.000 empleos en este primer trimestre. Sin duda, la inercia heredada de los años anteriores está haciendo su efecto, pero esa tendencia se agotará si carece del reforzamiento de nuevas inversiones, especialmente de aquéllas tan vitales en un momento de restricción del crédito bancario como el capital semilla o el capital riesgo.
Están surgiendo, por tanto, los primeros síntomas del alto coste que tendrá una inestabilidad política ya muy prolongada, que el encastillamiento del PP aún extenderá más, dada su previsible negativa a apoyar un pacto, el firmado por PSOE y Ciudadanos, que podría superar el impasse.