Opinión

Riesgo de parón a escala global

Tal y como ocurrió el pasado verano, los indicios de un mayor enfriamiento en China y las medidas que Pekín ha tomado para paliarlo, en especial las nuevas devaluaciones del yuan frente al dólar, han convulsionado las bolsas mundiales.

Los mercados europeos pueden dar fe con un retroceso del 6,7 por ciento en esta semana. El daño bursátil es, por tanto, evidente pero está por demostrarse hasta qué punto puede haber implicaciones en la economía real. Ya en agosto se especuló con la posibilidad de una nueva recesión del PIB global. Ahora aquélla parece aún más factible, dado que los expertos coinciden en que China se apresta a llevar la depreciación de su moneda más allá del 6 por ciento que acumula desde el verano, hasta llegar a los 10 puntos porcentuales. No se puede minusvalorar la intensidad con la que ese movimiento minaría la competitividad de todas las demás áreas económicas y la manera en que reforzaría las tendencias deflacionistas que ya actúan a escala global. El fenómeno puede generar estancamiento en las economías desarrolladas, al tiempo que demanda nuevas acciones de sus bancos centrales; sin embargo, resulta aún precipitado dar por segura una recesión del PIB global, en vez de un más probable enfriamiento. Todavía existen fuerzas que lo impulsan, como el crecimiento de EEUU, capaz de acelerar la creación de empleo en diciembre hasta los 292.000 puestos de trabajo. Con todo, las contracciones sí que pueden producirse en las economías emergentes, muy dependientes de la exportación de materias primas y ya muy tocadas por factores como el derrumbe de los precios del petróleo. Es una nueva crisis en potencia que un país como España, cuyas empresas tienen una gran exposición a Latinoamérica no puede desdeñar.

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