
Falta poco más de una semana para que España afronte las elecciones más inciertas de su democracia. La irrupción de dos nuevos partidos descarta toda mayoría absoluta; en paralelo, el total de indecisos se sitúa en cifras récord: el 40 por ciento. Es cierto que, de momento, los mercados contemplan con calma tan dudoso panorama. Ha sido una semana aciaga para el Ibex, pero se debió al nuevo derrumbe de los precios del petróleo y al resurgir de la preocupación por China.
En el ámbito político, por el contrario, todos los analistas se ven tranquilizados por la imposibilidad de una victoria de Podemos, directa o indirecta. No en vano está descartada la posibilidad de que un Pedro Sánchez en horas aún más bajas intente llegar al poder buscando un pacto inestable, al estilo portugués, que aliaría al PSOE con el partido morado y Ciudadanos (C?s). C?s ya ha dejado clara su intención de no acercarse a la formación de Pablo Iglesias y con ello se evitan las concesiones que exigiría Podemos y que acabarían de un plumazo con cuatro años de reformas.
Sin llegar al escenario extremo de un tripartito, el resultado más factible tras el 20-D es un Ejecutivo del PP apoyado puntualmente por C?s sin pacto de legislatura. Son conocidas las discrepancias del partido de Albert Rivera en temas clave como la reforma laboral y es dudoso que ambos logren ponerse de acuerdo a la hora de impulsar más reformas. Limitaciones así serían el caldo de cultivo idóneo para que renazcan las dudas acerca de España en el exterior. Ahora bien, sin constituir la mejor de la soluciones, debido a los riesgos que entraña un Gobierno débil, se trata de una opción que permite la gobernabilidad y evita el mayor peligro: que Podemos gobierne.