Opinión

Mario Draghi, lejos de su propia promesa

En la imagen, Mario Draghi, el presidente del Banco Central Europeo.

El BCE terminó ayer su reunión más esperada del año. Sólo la superó en expectación el encuentro de marzo en el que anunció el inicio del primer programa masivo de compra de activos (QE, según la terminología inglesa) de su historia. Precisamente, los mercados esperaban ayer que la institución hablara de un refuerzo contundente de ese QE, pero lo presentado son ajustes técnicos. Las adquisiciones se verán ampliadas en plazo, hasta marzo de 2017 (frente al límite original de septiembre de 2016) y en rango de activos; no en vano el BCE extiende las compras de deuda pública a bonos regionales y municipales.

Con todo, lo que hubiera marcado la diferencia habría sido una elevación de los recursos del QE. Y eso no ocurrió: las compras mensuales seguirán siendo de 60.000 millones de euros, con la vaga posibilidad de un alza en primavera. Poco se puede esperar también de la mayor penalización para los bancos que guarden recursos en el BCE. El tipo de la facilidad de depósito lleva meses en el 0,2% negativo sin grandes resultados. Es difícil que rebajar esa tasa al -0,3% vaya a cambiar radicalmente la situación.

Resulta obvio, por tanto, que Draghi optó por la prudencia ante las suspicacias del Bundesbank y frente a un contexto como el actual, en el que EEUU está a punto de recorrer el camino contrario elevando tipos. Sin embargo, esas circunstancias ya estaban vigentes en octubre, cuando el propio Draghi creó expectativas sobre su actuación en diciembre. Sin duda, el BCE ha dado un paso más para reanimar una eurozona con el PIB casi estancado y el IPC en mínimos (0,1% en noviembre), pero cometió el error de anunciar un mayor compromiso que, al final, no ha podido cumplir.

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