Opinión

Privatizaciones en el baúl de los recuerdos

José Ortega y Gasset decía de los políticos y sus ideas que eran como "vivir al día y morir inevitablemente al anochecer" para referirse a lo efímero de su pensamiento. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, llegó al cargo con un programa liberal de rebaja de impuestos, que ha comenzado ya a poner en práctica. Madrid es casi la única locomotora económica española, después de los disparates de Cataluña.

Pero su política de puertas abiertas contrasta con las cesiones al colectivo médico, que en la pasada legislatura desplegó una exitosa campaña en contra de la gestión privada de los hospitales públicos, con la excusa de que conducía a recortar las prestaciones. El objetivo de esta reivindicación es prorrogar la situación de privilegio que les permite cobrar por la mañana en la sanidad pública y por la tarde en la privada, o viceversa.

No hay estudios fiables que muestren que los hospitales públicos de gestión privada ofrecen un servicio de menor calidad. Al contrario, tienen menos colas de espera para las intervenciones quirúrgicas y gestionan con mayor agilidad las citas de los enfermos. El personal sanitario juega, además, a la confusión al denominar como privatización un hecho que no lo es, ya que el hospital sigue siendo del Gobierno regional y toda su actividad está vigilada estrechamente por éste.

Es una pena que Cifuentes accediera a este chantaje moral para ganarse el voto de miles de sanitarios durante su campaña electoral y ahora aproveche la cercanía de las generales para revertir las política de su antecesora, Esperanza Aguirre, y anunciar la renacionalización de seis centros hospitalarios de la región. Aún me parece peor que lo haga a costa del erario público, que tendrá que cargar con un sobrecoste de 200 millones. Debería defender el dinero público con la misma bravura que se enfrenta a la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, por los gastos del Metro.

Aunque no sea santo de su devoción, Carmena renunció a privatizar el 010 madrileño y la recogida de basuras, pese a que lo llevaba en su programa electoral.

Contaba un ministro de la Transición, que la primera vez que volvió al lugar donde nació tras su nombramiento, salió a recibirle casi todo el pueblo bajo una pancarta donde se podía leer: ?Queremos un empleo? y si, además, es público mucho mejor.

Asistimos a una denostación de lo privado y un ensalzamiento de lo público por parte de la izquierda. Pero el PP no debería caer en esa trampa, porque lo único que logrará será la desafección de sus votantes.

La ministra Ana Pastor se ha revelado en estos años al frente de Fomento como una gestora eficaz. Entre sus logros está la privatización de parte de la Empresa Nacional de Aeropuertos (Aena) o la culminación de la vasta red del AVE. Las trabas administrativas y de otro tipo le van a impedir sacar a concurso el AVE a Levante, cerrar la operación Charmartín con la ampliación de la Castellana madrileña o concluir el corredor Mediterráneo. Tampoco se podrá acometer ya la privatización de la ingeniería pública Ineco, que provoca fuertes tensiones con el resto de consultoras privadas, ni habrá tiempo para el traspaso a manos privadas de la mayoría de Aena o de los Puertos del Estado, una de las joyas de la Corona y motor de actividad económica.

El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, abortó en el último minuto el traspaso al ámbito privado de Loterías y dejó pudrirse en el silencio la privatización de Correos. Una empresa que se está quedando obsoleta. Los largos procedimientos de licitaciones que tiene que aplicar para tomar cualquier decisión lastran su gestión en un mundo online en el que las nuevas iniciativas viajan a la velocidad de la luz.

Aunque el pensamiento político sea efímero, como remarcaba Ortega, y la memoria de los españoles, menguante, el Gobierno llegó al poder con la promesa de acometer un ilusionante programa de privatizaciones que, con excepción de la venta parcial de Aena, quedó íntegramente en el tintero. También Economía dejará para los siguientes la venta de la Compañía Española de Seguros de Crédito a la Exportación (Cesce).

España logró mantenerse entre las grandes potencias mundiales pese a la grave crisis sufrida en los últimos años, gracias a gigantes como Telefónica, Repsol, Iberia o Endesa, que antaño fueron monopolios públicos en sus respectivos sectores.

Aena es el mayor emporio aeropuertuario del mundo, pero su futuro será corto si sigue sujeta a la discrecionalidad de los políticos, como ya ocurrió con las cajas de ahorro. Correos está aún a tiempo de convertirse en un gigante del comercio electrónico que mire a la cara a sus homólogos franceses o alemanes, con tentáculos a lo largo y ancho del planeta. Privatizar es sinónimo de prosperidad y no de precariedad, como quieren hacernos ver los políticos.

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