
António Costa, líder de los socialistas portugueses, se presenta como alternativa. Cuando esta semana socialistas, comunistas, verdes y el bloque de Izquierda hicieron caer al Gobierno del conservador Pedro Passos Coelho mostraron una unidad inédita en 40 años. Pero una cosa es votar para expresar rechazo y otra muy distinta mantener una acción coordinada de gobierno. Las fuerzas de izquierdas únicamente coinciden en la necesidad de cambio y divergen en planteamiento y estrategias. En Portugal, con un sistema semipresidencialista, el futuro próximo depende de lo que decida su presidente, el conservador Anibal Cavaco Silva. ¿Cuáles son sus opciones?
Encargar a Costa la formación de Gobierno. Un Ejecutivo encabezado por el Partido Socialista con el apoyo de otros grupos de izquierda. Los partidos de centroderecha -el de Passos Coelho fue el más votado- adoptarían posiciones políticas duras. Un enfrentamiento que polarizaría la vida política. Lo que se vivió durante el voto en el Parlamento -manifestación a favor de Ejecutivo de Passos y una contramanifestación en defensa de la iniciativa de izquierda- es un botón de muestra.
Pedir a Passos que siga en funciones hasta las próximas elecciones. Unos comicios que no serían antes de junio ya que en enero hay presidenciales. Por ley, el jefe del Estado tiene que esperar tres meses desde su acceso al cargo en marzo para convocar comicios. Una tercera posibilidad es que Cavaco opte por formar un Gobierno llamado de ?iniciativa presidencial? con independientes.
Passos y Costa personifican las dos tendencias del bipartidismo. Incluso en su procedencia geográfica. El primero llegó a Lisboa desde VilaReal, en el norte, donde creció. El norte es el granero de votos de la derecha. Costa es lisboeta. La mitad sur del país es el territorio más propicio para los progresistas, aunque en esta ocasión la derecha ganase en minoría también en Lisboa.
Otro aspecto que diferencia sus trayectorias es que el conservador no llegó a puestos ejecutivos hasta convertirse en primer ministro en el 2011. El socialista fue secretario de Estado y ministro entre 1997 y 2002. Y ocupó la cartera de Interior (2005-07), antes de dar el salto a la alcaldía de Lisboa, de la que salió este año. Una figura determinante en la peripecia vital de ambos fue el primer ministro socialista José Sócrates, (2005-11), antecesor de Passos. En noviembre pasado, Sócrates fue encarcelado acusado de graves delitos de corrupción, un hecho que hizo mucho daño a su amigo Costa, que dejó de parecer un buen candidato pese a su buena oratoria y su exitoso ejercicio como alcalde de Lisboa.
En 2011, Portugal amenazaba caer en la insolvencia. Aceptó un rescate de la troika -Comisión, BCE y FMI- de 78.000 millones de euros. A cambio tuvo que aplicar un drástico plan de austeridad. El gobierno de Passos cumplió los compromisos en tres años. Hoy los frutos están a la vista: tras tres años de recesión, la economía volvió a crecer y el desempleo a bajar. Sin embargo, el programa golpeó a la clase media. Uno de los problemas más graves es el envejecimiento que se reflejará en una pérdida de 20 puntos porcentuales del PIB hasta 2050. A la baja fecundidad del país (la peor de Europa) se suma la migración negativa. Portugal tiene hoy 10,4 millones de habitantes, en 2060, según Eurostat, la población bajará a 8,2 millones. El envejecimiento, con la menor tasa europea de menores de 15 años, tendrá ?un impacto sobre las finanzas públicas, principalmente en el gasto en salud, sobre todo en pensiones, y en el crecimiento económico a largo plazo?. La reducción de la población activa (15 a 64 años) será del 35,5 por cien hasta 2060; previsión que pone en peligro el fondo de la seguridad social. Los partidos mayoritarios no han encarado un problema que es muy impopular.
Para mitigar el impacto negativo del envejecimiento, el Banco de Portugal propone fomentar políticas de empleo en los últimos escalones de la edad activa, y la atracción de trabajadores del exterior, aunque en Portugal la mayoría de los inmigrantes llegan como punto de entrada a la UE. Esas políticas deben ser creíbles, continuadas e integradas con reformas estructurales que aumenten la productividad. Los sacrificios hechos por la sociedad para salvar la economía e iniciar la recuperación han sido enormes. Si Costa termina encabezando el nuevo Gobierno ya no valdrán incertidumbres respecto a las posturas más rupturistas sobre Europa y el euro. Su mayor reto será mejorar los niveles de vida con el deber de conservar lo logrado.