Opinión

La Alemania europea

Es el lema que ha de presidir las celebraciones del día de la fiesta nacional alemana. La reunificación fue posible tras la firma, en septiembre de 1990, del Tratado 2+4, por el que los cuatro vencedores de la II Guerra Mundial renunciaron a sus derechos sobre las dos Alemanias. Ello conllevaba la plena soberanía del país. Poco después, tal día como ayer, 3 de octubre hace 25 años, se firmaba el tratado entre los Gobiernos de la República Federal y la República Democrática Alemana. Entre 1991 y 2013 se trasladaron a vivir al oeste más de 3 millones de ciudadanos de la antigua RDA, que al mismo tiempo solo recibía 2,2 millones de los países vecinos. Fue resultado del colapso económico del país comunista, con una caída del 40 por cien del PIB en dos años. Si bien las disparidades económicas continúan afectando desproporcionadamente a los germanoorientales, ha sido posible asumir el gigantesco esfuerzo económico con transferencias anuales hacia el este equivalentes al 6 por cien del PIB nacional. En 2013, el este por vez primera recibía más inmigrantes procedentes del oeste de los que salieron en sentido inverso. El motivo principal, la atracción ejercida por Berlín. La Alemania de hoy es diversa. Alrededor del 9 por cien de los residentes en el país es extranjero. Ciertamente es en la radiografía demográfica donde se evidencia todavía la mayor diferencia. La homogeneidad de la población en la exRDA, con ínfima presencia de extranjeros, por debajo del 3 por ciento, contrasta un nivel superior al 12 por ciento en varios estados del oeste.

El envejecimiento de la población es más grave en el este. Un 24 por cien de la población de los nuevos estados federados es mayor de 65 años. 10 puntos más que antes de la reunificación y cuatro más que la tasa occidental. Es en el este donde están más presentes los temores ante la inmigración y el rechazo ante el creciente número de llegadas de refugiados.

Sin embargo, y de acuerdo con la normativa federal, se repartirán proporcionalmente entre todos los estados. Como consecuencia es allí donde están más presentes -aunque de forma minoritaria- los extremos políticos. El movimiento xenófobo "Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente" (Pegida) en Dresden, capital de Sajonia, un estado con apenas un 2,9 por cien de población extranjera. Y el NPD (Nacionaldemócrata), partido ultraderechista sin representación a nivel federal; únicamente en el estado oriental de Mecklenburgo-Antepomerania.

En el lado opuesto está Die Linke (La Izquierda), partido que aglutinó a postcomunistas del este y algunos disidentes socialdemócratas. Sólo está presente en dos gobiernos regionales orientales: Turingia y Brandenburgo. Ha quedado atrás el concepto "gigante económico y enano político". Alemania se ha convertido en un actor clave. No es tanto que la posición de Berlín sea determinante. La Europa de hoy deja definitivamente atrás las veleidades nacionalistas de antaño que han llevado al desastre. No obstante, el incrementado peso germano a nivel continental causa suspicacias. Por ello el europeísmo es algo que los socios europeos pueden y deben legítimamente exigir a Alemania.

Por la misma razón Berlín tiene derecho a reclamar a las demás capitales de la Unión la renuncia de egoísmos e intransigencias. Donde esto se muestra con mayor claridad es en la crisis de los refugiados. El reparto por cuotas de los solicitantes de asilo lleva el sello de la canciller, Angela Merkel.

También en el ámbito internacional Berlín ha jugado un papel importante en la búsqueda de una solución diplomática a los conflictos. El frágil acuerdo de Minsk entre Ucrania y Rusia se logró gracias a la intensa mediación personal de Merkel (y del presidente francés, François Hollande). Con Irán, Alemania se esforzó en el marco de las negociaciones entre Occidente y Teherán para conseguir el pacto nuclear. Sin olvidar su implicación en cuestiones como la estabilización de Afganistán, lucha contra el cambio climático y Objetivos del Milenio. Alemania es consciente de la necesidad de decidir y actuar siempre en el marco europeo. Una de sus principales tareas es impulsar la política exterior común. Es la mejor forma en que la UE puede actuar y contribuir a solucionar los problemas del mundo.

La Unión ha dado buenos frutos. Lo sigue haciendo. ¿Cuál es el papel de la Alemania reunificada? El de impulsar el proceso de integración entre los ciudadanos mientras guarda la memoria de catástrofes pasadas en las guerras evitando la vuelta a las trincheras. Todo un ejercicio - no de poder - sino de responsabilidad.

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