
Los 2.200 kilómetros de frontera común entre Colombia y Venezuela han sido causa de choques frecuentes en el pasado. En esta ocasión el motivo ha sido la orden de Nicolás Maduro de cerrar la frontera entre el estado venezolano de Táchira y el departamento colombiano de Norte de Santander a raíz de un ataque armado que dejó heridos a 3 militares de su país. Casi 1.500 ciudadanos colombianos de Venezuela han sido deportados esta semana entre presuntas violaciones a los derechos humanos por parte de la Guardia Nacional Bolivariana. Maduro y su homólogo colombiano, Juan Manuel Santos, llamaron a consultas a sus embajadores en Bogotá y Caracas.
Además del cierre el presidente venezolano decretó el estado de excepción en Táchira, que incluye el envío de tropas. Se sospecha que los soldados enviados al linde con Colombia en realidad se dedican a combatir a sus supuestos rivales en el negocio del contrabando. Conviene recordar que el ejército es la mayor fuerza política de la Venezuela chavista y no está dispuesto a perder sus prebendas.
La oposición venezolana ha advertido que la decisión de Maduro trata de desviar la atención hacia la conflictiva línea divisoria con Colombia. Algo que antes había intentado sin éxito con su vecino oriental, Guyana. Incluso que el estado de excepción podría ser un ensayo para suspender o posponer las elecciones legislativas de diciembre. Hasta ahora las candidaturas de algunos opositores se han anulado y a otros se les ha prohibido ocupar cargos públicos. Se prevé asimismo un reordenamiento de los distritos electorales para favorecer al régimen.
Maduro afirma querer erradicar el contrabando y la "exportación" de paramilitares colombianos. El Gobierno colombiano rechaza el cierre con el argumento de que el contrabando desde Venezuela no se realiza por los pasos autorizados. Y es en estos donde debe proseguir la cooperación -reforzada- entre las autoridades de ambos países.
La gravísima crisis económica y la inseguridad ponen en aprietos a Maduro. El presente desencuentro bilateral es producto del intento de captar y aglutinar apoyos internos de un mandatario cada vez más acorralado y arrinconado con una baja aprobación popular según los sondeos. Solo una de cada cuatro personas manifiestan su propósito de votar por Maduro. La causa es, sobre todo, la falta de alimentos básicos y medicamentos. El organismo encargado de supervisar las importaciones, que a causa de las subvenciones estatales se han convertido en un lucrativo negocio, es la sociedad estatal de comercio exterior Corpovex, a cargo de un antiguo comandante general de la Aviación Militar Bolivariana y en la actualidad ministro de Transporte Aéreo y Acuático.
Con la vista puesta en los comicios de diciembre el presidente pretende con las medidas decretadas lograr unidad. Jugar la carta del enemigo externo en tiempos de problemas es un recurso conocido y que no soluciona nada. Miopía política producto de la desesperación.
La situación económica de Venezuela, afectada por la hiperinflación y el desabastecimiento, resulta si cabe más dramática ante un vecino que registra sólidos niveles de crecimiento. En el pasado reciente Venezuela importaba la mayor parte de alimentos clave, como los lácteos, de Colombia. Pero la balanza comercial fue sistemáticamente disminuida a lo largo de las confrontaciones de la era Chávez-Uribe. Hoy las importaciones de alimentos vienen de Mercosur y allí, con Brasil a la cabeza, los gobiernos viven sus propias crisis domésticas y no hay voluntad política de actuar. No hay apenas presiones para que el régimen venezolano modifique su conducta.
Si pese a todo las elecciones llegan a celebrarse según el calendario previsto el chavismo tendría que prepararse para una nueva etapa en la que tendrá que gobernar en minoría. En ese caso el autoritarismo de Maduro podría estar planteando intensificar aún más su desacoplamiento internacional. Aislamiento económico puesto que el bolívar es ya en la práctica una moneda inconvertible. Y político con gestos como tener un huso horario distinto que van más allá de ser una mera curiosidad.
Es prioritario para los dos Estados reducir una tensión que perjudica a muchos miles de personas. En Colombia está en juego, además, otro tema crucial, las conversaciones de paz que adelantan en Cuba el gabinete de Santos y la guerrilla de las FARC, que tienen una suerte de garante en el Ejecutivo de Caracas. En Venezuela es hora de que Maduro deje de lado sus maniobras de distracción para iniciar de forma urgente un diálogo serio y constructivo con la oposición.