Opinión

Un referéndum que lo complica todo

  • Incluso en el euro, los griegos deben resolver su crisis económica

Nuevamente Grecia marca la agenda económica mundial, algo que lleva ocurriendo ya desde la victoria de Syriza. Conviene señalar que desde la llegada del partido de Alexis Tsipras al Gobierno la economía griega ha sufrido un retroceso significativo en sus variables macroeconómicas más relevantes: ha caído fuertemente la recaudación fiscal con un aumento del déficit público; probablemente el país heleno esté en recesión; tiene los mercados financieros cerrados a cal y canto; los bancos han sufrido una fuerte salida de dinero que ha tenido que ser contrarrestada mediante líneas de liquidez del BCE; sigue además sin tener un modelo económico sostenible; Grecia es ya un país moroso con el FMI.

Para colmo, la semana pasada, y después de decretar la convocatoria de un referéndumexprés, la población griega está sujeta a un corralito que limita la cantidad de dinero, y las empresas se han paralizado hasta saber cuál será la respuesta mayoritaria de la población helena, cebándose además en sus consecuencias con los jubilados. Desde luego el señor Tsipras puede sentirse orgulloso del desbarajuste económico que ha conseguido. Centrándonos en el referéndum, desde el primer momento nace con fuertes controversias, pues en Grecia su constitución marca un plazo mínimo de un mes para su convocatoria. Además, según alguna fuente griega en derecho constitucional, la consulta podría ser inconstitucional al tener de trasfondo cuestiones fiscales, el IVA en este caso, pues la carta magna griega no permite que este tipo de cuestiones sean tratadas mediante consulta. Si a todas estas cuestiones le añadimos que la pregunta es, como mínimo, bastante larga y enrevesada y que además no queda muy claro qué significa votar no, tenemos ante nosotros una convocatoria a urnas muy extraña.

En cuanto al resultado, sea cuál sea, no va a eliminar la incertidumbre reinante, es más, pueden agravarla, algo que se puede extender a la situación económica del país. Si sale un no, Tsipras aparecerá refrendado para continuar con una negociación que ya está enquistada fuertemente, y con la que tiene a alguno de los países del área euro fuertemente enfadados además, por supuesto, del Fondo Monetario Internacional. Además, el no daría paso, probablemente, a una negociación aún más maldita, donde Alemania podría todavía presentarse mucho más desconfiada y dura que anteriormente. De triunfar el no los mercados financieros entrarían en una etapa de fuerte volatilidad, con Portugal, Italia y España acaparando la atención. Aquí veríamos si las armas con las que se ha ido dotando el área euro para hacer frente a fuertes incertidumbres son suficientes.

La otra opción sería el sí, en este caso aparentemente la situación sería más manejable, digo aparentemente pues previsiblemente conduciría a una caída del actual Gobierno y la necesidad de convocar unas elecciones en las que, desde luego, quedaría totalmente relegado. El propios ministro de Finanzas, Yanis Varufakis, admite que de darse este resultado dimitiría. No es posible tampoco, ni puede parecer descabellado, pensar en una posible escisión o ruptura del propio partido, Syriza, que ya registra una fuerte brecha entre posiciones cada vez más antagónicas.

Aún con la respuesta positiva la cuestión griega en ningún caso se solucionará, en todo caso se retrasará. Hoy Grecia, como comentaba al principio, es un país que presenta un cuadro económico y unas perspectivas mucho más difíciles que en enero.

Necesita aún más dinero que cuando empezaron las negociaciones, al haber desaparecido el déficit primario. La negativa de Tsipras a aprobar alguna de las ofertas realizadas ha empeorado, aún más, la grave situación económica. El empeoramiento conduce a que hoy en día se tenga que poner más dinero para que el país no descarrile y se vea forzado a abandonar el euro.

Además, la forma de llevar las negociaciones ha extendido la desconfianza entre los encargados de negociar el acuerdo. El nuevo esfuerzo en las necesidades de financiación conllevará que los países que van a poner el dinero para Grecia pidan más ajustes y reformas en campos como el mercado laboral o reforzar la competencia y las privatizaciones, aspectos que habían sido excluidos en las negociaciones últimas.

El plazo para ampliar la actual línea de financiación ha expirado y por tanto Alemania, al igual que otros países, debe debatir en su Parlamento, al no haberse extendido el actual acuerdo, un nuevo mandato para la negociación.

La convocatoria de referéndum ha dinamitado totalmente las posibilidades de que Grecia y por extensión Europa tuvieran un acuerdo que solventara las necesidades de financiación del país heleno para el verano, que son más de 9.000 millones de euros. Nadie en Grecia parece saber de dónde va a salir el dinero para pagar a los países acreedores, ni siquiera podemos calcular de dónde se van a pagar las pensiones o el salario de los funcionarios. Tampoco cuándo terminará el vigente corralito. El sí en el referéndum no avala la posibilidad de levantarlo inmediatamente. Conviene tener en mente que el día 20 de este mes el BCE podría cortar el grifo de la liquidez, agravando aún más el problema.

Desde luego la respuesta sí a la pregunta del referéndum es la menos mala, pero no apareja una resolución del problema. Por cierto, el no como opción ganadora abre consecuencias aún peores.

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