Opinión

El mayor reto de Europa

Analizar y regular la inmigración es la fundamental tarea pendiente de la Unión Europea. Se suceden las tragedias en el Mediterráneo con la llegada de refugiados a Italia, Malta, Grecia y España en las peores condiciones.

El drama tiene otros escenarios. Hungría llama la atención sobre la ruta terrestre usada por sirios e iraquíes que huyen de la guerra, y que reciben menos atención mediática. Planea levantar una valla anti inmigrantes de 175 kilómetros de largo en la frontera con Serbia. No es la solución y, si bien han comenzado los preparativos de construcción, Budapest está abierta a negociar sobre el proyecto.

Por otra parte, esta semana el gobierno húngaro (en el espacio Schengen) decidió suspender unilateralmente la normativa europea sobre refugiados debido a la sobrecarga. Pretendía rechazar que otros países de la UE le envíen los refugiados que entraron en territorio comunitario por su frontera. Una medida que habría supuesto incumplir la legislación comunitaria. Dio marcha atrás a las pocas horas asegurando que admitirá refugiados desde otros países de la Unión. Rectificaba así ante el aluvión de críticas, especialmente de Austria y Alemania, destino final de la mayoría de refugiados que cruzan por Hungría.

El problema continúa, ya que el país no tiene recursos para recibirlos -el Reglamento Dublín III establece que es el país en que un refugiado quedó registrado al entrar en la UE el que tiene que atender su petición de asilo-.

Los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión acordaron el jueves repartirse de forma voluntaria 40.000 demandantes de asilo sirios y eritreos llegados a Grecia e Italia desde abril. Los mandatarios se comprometieron igualmente acoger a otros 20.000 refugiados procedentes de países no comunitarios en ese plazo.

El debate sobre la fijación de cuotas de asilo para la distribución de refugiados durante los próximos dos años fue tenso. Al final solo acordaron concretar el método de reparto a finales de julio. De la decisión quedan exentos Bulgaria y Hungría al considerarse que ya soportan una fuerte presión migratoria.

Se rechazó la obligatoriedad de la medida. El presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, asegura tener "la sensación" de que todos están de acuerdo en reubicar y aceptar 60.000 personas. Es una cifra pequeña. Y la afirmación de que sobre una "base voluntaria" en el reparto "todos los miembros quieren participar" es poco más que un brindis al sol.

Hay que ser solidarios con los países que sufren mayor presión en el Sur y en el Este. Hay que tener asimismo en cuenta que países como Suecia o Alemania ya acogen a muchos refugiados. Otros miembros no quieren ni oir hablar de cuotas. Mucho menos obligatorias. Pero las reglas deben ser respetadas. Por todos.

Por esa razón, esta reunión ha sido importante. Naturalmente, mayores cifras y un acuerdo integral y vinculante hubieran sido deseables. No obstante, lo trascendental ha sido que esta materia -que afecta a todos- se ha abordado por primera vez desde esa óptica y de una forma conjunta.

El Consejo ha elogiado la respuesta de España a los problemas de la inmigración ilegal. Madrid ha fomentado la cooperación con los países de origen y tránsito. Mariano Rajoy defendió también la firma de tratados de readmisión: "debe quedar claro que los emigrantes irregulares serán devueltos". Considera necesario ayudar a esos Estados para que tengan cuerpos de seguridad capaces de luchar contra las mafias.

El primer ministro británico, David Cameron, se ha mostrado entusiasta con el modelo español. No constituye ninguna sorpresa, su país se niega a recibir nuevos inmigrantes.

La política española -acertada en parte- no debe ser el modelo único y general a seguir por la UE. Existen migraciones forzadas (búsqueda de asilo por guerras o dictaduras) y migraciones económicas (voluntarias). Y aún esa diferencia -de validez conceptual y jurídica- es difícilmente identificable. Con frecuencia se mezcla. Como punto de partida, es necesario un acuerdo equitativo sobre las cuotas.

Como ha afirmado la canciller alemana, Angela Merkel, la cuestión migratoria es el mayor reto. Las demás crisis palidecen ante esta emergencia humanitaria. Es el momento de hacer valer nuestros valores compartidos de libertad y solidaridad. Máxime cuando se considera que la llegada de los inmigrantes es además en propio beneficio económico de nuestro continente envejecido. Todavía la Unión aparece dividida. Y es que en momentos de crisis los primeros pasos siempre han sido vacilantes. ¿Sabrá estar a la altura?

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