La Unión Europea busca una autorización del Consejo de Seguridad para lanzar una operación militar contra los traficantes que, mayormente, actúan desde Libia. Los motivos son humanitarios y para garantizar la seguridad de la Unión. El objetivo: interceptar las embarcaciones, destruir los botes. Mas este es el último eslabón de la cadena.
Hay toda una industria que se lucra de esta miseria. El verdadero problema son las gigantescas y macabras agencias de viaje ilegales controladas por hombres de negocios que ganan mucho dinero. Los traficantes son indispensables. No se puede cruzar el Sáhara sin los tuareg que conocen la tierra. Al llegar a Libia, los migrantes ya no tienen ninguna opción. Las mafias organizan y coordinan una red de personas que incluye: agentes que reclutan y recogen a los migrantes, sujetos que corrompen a la policía o las milicias, dependiendo del caso; alguien que entregue comida y agua durante el viaje; encargados de ubicarlos y encerrarlos antes de la travesía; proveedores de documentación falsa si es requerida. La mayoría ha vendido todo para pagar a las bandas. Muchos quedan atrapados en un país de la ruta al quedar sin dinero para cruzar la próxima frontera. Si consiguen llegar vivos a Europa, Italia es solo el comienzo porque su objetivo es ir hacia el Norte.
La operación Mare Nostrum fue efectiva en el aspecto humanitario porque salvó vidas. La actual Tritón, cuyo presupuesto ha sido triplicado, es muy cercana a la costa italiana y se requiere llegar hasta la costa libia. La representante de Exteriores, Federica Mogherini, ha apelado personalmente ante el Consejo para conseguir el mandato de la ONU que respalde la misión. El mandato podría incluir el poder entrar en territorio libio para perseguir a las bandas. Se evalúa emitir una resolución en este sentido aunque la propuesta genera reticencias. Europa debe superar los recelos sobre todo rusos y también de China, países que por su parte han iniciado maniobras navales conjuntas en el Mediterráneo.
La OTAN defiende la postura europea. No obstante, de momento no actuará junto a la Unión por el 'estigma' de su pasada intervención en Libia en 2011 dejando un grave vacío de poder. La organización deja abierta la posibilidad de una asistencia futura cuya forma ya empieza a ser debatida.
Europa se beneficia de la pobreza y los salarios bajos en muchos países. Sus flotas pesqueras saquean los mares frente a las costas africanas. Mientras sus productos son exportados a la UE, los africanos deben permanecer fuera. Muchos europeos critican la escasa reacción de sus dirigentes. Sin embargo, también es cierto que los líderes africanos eluden su responsabilidad. Tienen que actuar. Políticos europeos - al menos aparentemente - quieren ayudar a mejorar las condiciones en los países de procedencia. Pero los Gobiernos africanos no los apoyan.
Desde que, en 2013, los Ejecutivos europeos comenzaron a abordar seriamente la migración, los líderes africanos han llevado a cabo apenas una conferencia sobre el asunto. El éxodo masivo causado por guerras y penuria debe ser tema prioritario en la Unión Africana y las organizaciones regionales. Cada dos horas un inmigrante o aspirante a refugiado político muere en el Mediterráneo. En respuesta a este drama la Comisión ha elaborado una agenda y un plan de acción basado en la corresponsabilidad. Además de la lucha contra las mafias destacan dos aspectos. Primero: coordinación de Frontex y Poseidón; los dos programas que se ocupan del control de fronteras. Segundo: se propone un reparto equitativo y ponderado de los refugiados según cuotas preestablecidas. Se tiene en cuenta PIB, población, tasa de paro y número de solicitudes recibidas y atendidas en los últimos años. Se concentra el esfuerzo fortaleciendo la cohesión europea. España pasaría así ser el cuarto país de la UE con mayor cuota. Se reduce la cuota de Alemania, que ahora asume en solitario un tercio del total al igual que la de Suecia. Para un reparto equitativo de cargas que afectan especialmente a Italia, Malta, Grecia deberían participar miembros como Gran Bretaña, Irlanda o Dinamarca, que pretenden acogerse a la cláusula de exclusión en el Tratado de Lisboa.
La solución a esta tragedia es de un lado canalizar la inmigración por cauces legales. El cierre de fronteras las hace todavía más peligrosas generando un enorme mercado para mafiosos y traficantes. De otro, la cooperación: a nivel internacional, con la ONU y los países africanos; en el ámbito interno europeo mediante una gestión común y mucho más solidaria.