Opinión

Políticos en la banca, no, gracias

Rodrigo Rato

No ganamos para sustos. El informe pericial encargado por el juez de la Audiencia Nacional, Fernando Andreu, confirma las sospechas que estaban en boca de todos desde hace tiempo: la salida a bolsa de Bankia fue un engaño gigantesco para sus accionistas, porque la entidad financiera estaba mucho peor de lo que mostraban sus estados financieros. La segunda sorpresa es que las necesidades de capital de Bankia, cuando José Ignacio Goirigolzarri llegó a la presidencia, se inflaron para obtener más subvención pública. Y la tercera conclusión, de la que pocos ya dudaban, es que la auditora Deloitte pasó por alto los agujeros para dar una imagen fiel de sus cuentas, que era una completa falsedad. En el caso del Banco de Valencia, filial de Bankia hasta su intervención, es mucho peor, ya que el informe destaca que entre 2004 y 2010, el auditor no hizo mención "a ninguna salvedad".

Por último, la incógnita que queda en el aire es por qué tanto el Banco de España como la Unión Europea bendijeron la intervención y el posterior reflotamiento de la entidad sin rechistar. Aquí emerge la causa del derrumbe de las cajas de ahorros, que colocó a España al borde del rescate.

Los inspectores del Banco de España alertaron del frágil estado financiero de las cajas y de su imperiosa necesidad de capitalización. Pero el gobernador, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, junto al subgobernador, Javier Aríztegui, y el director general de Supervisión, Jerónimo Martínez Tello, se encargaron de taparlo todo hasta que fue imposible ocultarlo por más tiempo. Esta política agravó la crisis. Además, Ordóñez, con el asesoramiento de su amigo Emilio Ontiveros, presidente de Analistas Financieros, promovió la fusión de cajas infectadas, lo que condujo al colapso total del sistema financiero español. La lección para la historia es alejar a los políticos lo más posible de la gestión de la banca. Todo lo contrario de lo que llevan en su programa partidos neocomunistas como Podemos.

La salida de Bankia a bolsa fue un error monumental, una huida hacia adelante del equipo presidido por Rodrigo Rato para buscar dinero en los mercados, por la presión desesperada de la exvicepresidenta, Elena Salgado. Como los inversores desconfiaban, Rato echó mano de los amigos, grandes empresarios y empresas participadas, a los que propuso un trato ventajoso: créditos a cambio de la adquisición de acciones. Una propuesta tentadora e irresistible en medio de la gran sequía crediticia. Con todo, no hubiera conseguido sus objetivos si no es porque Map- fre, Caser o Gestamp echaron una mano. A esta última se le reembolsó toda la minusvalía.

¿Dónde estaba el auditor, Deloitte, en ese momento? Bankia ni siquiera provisionó el agujero de su filial inmobiliaria antes de su salida al parqué sin que Deloitte lo advirtiera, como publica hoy elEconomista. ¿Por qué luego giró repentinamente y se negó a firmar las cuentas de 2011 provocando su hundimiento? Un exdirectivo de Bankia señala que "su opinión dependía de la suma del talonario que le pusieras delante". Y añade que "cuando desde Economía se le advirtió que la entidad iba a ser nacionalizada, rápidamente donde decía Digo dijo Diego".

Los 12 millones de sanción impuestos a Deloitte por el Instituto de Contabilidad y Auditoría de Cuentas (ICAC) son de risa comparado con el perjuicio de cientos de millones que ocasionó con su silencio a miles de pequeños accionistas, a los que la banca colocó títulos de la entidad en su salida a bolsa. La sanción debería ser revisada al alza notablemente y su licencia para operar en España debería ser retirada, a la luz de los acontecimientos, si el ICAC no quiere acabar con su credibilidad arrastrada por los suelos. Las minoritarios afilan sus uñas en espera de una sentencia que les permita demandar a la entidad por daños y perjuicios.

Pero aquí no acaban los problemas para Bankia. La cifra astronómica de 22.400 millones que recibió de las arcas públicas casi provocó el derrumbe del sistema financiero. Ahora se confirma, según los peritos judiciales, que la cantidad se infló, probablemente por temor a encontrar mayores agujeros, que obligaran a realizar nuevas dotaciones. Esto es un secreto a voces hasta en el parqué, que premió con fuertes revalorizaciones el título desde su nacionalización. Pero el público no debe perderse entre papeles. Bankia es hoy una entidad financiera sólida, al igual que el resto de cajas rescatadas. Eso sí, a costa de meter la mano en el bolsillo a todos los españoles. El disparate que costó nacionalizar las cajas (más de 100.000 millones sumadas todas las ayudas) es una de las causas de indignación ciudadana, que alimenta el crecimiento de formaciones populistas como Podemos. A la Justicia no debe temblarle el pulso para llegar hasta el final y aplicar castigos ejemplares a los dirigentes que burlaron las normativas, al igual que en todos los casos de corrupción.

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