Abengoa no reacciona como debería al castigo que le inflige el mercado. Los desplomes de su cotización, del 36,5 por ciento el jueves y del 18,3 por ciento ayer, merecen una respuesta que vaya más allá de lanzar un mensaje que busca abiertamente ser tranquilizador, como es la elevación del dividendo de su filial Yield.
Lo que preocupa a los inversores es la deuda que la empresa arrastra, máxime cuando Fitch sospecha que su pasivo en proporción al resultado bruto de explotación (ebitda) es el doble de lo reconocido.
Abengoa no tiene por qué ser el Gowex del continuo. Desde 2011 se ha desprendido de activos y apuesta por la expansión en EEUU para reducir deuda. Pero sólo con más transparencia acabará con la desconfianza que le acecha.