Opinión

Las fuertes resistencias de Draghi

Mario Draghi

El BCE debe actuar para frenar en seco la carrera alcista del euro y animar la economía.

El presidente del Banco Central Europeo (BE), Mario Draghi, tiene en su manos el futuro de Europa. La salvó del colapso en julio de 2012, pese a los augurios de la prensa británica, cuando advirtió que haría "lo que fuera necesario" para salvar el euro, y esta semana frenó en seco su carrera alcista tras señalar la disposición a tomar medidas no convencionales el mes que viene. Ahora sólo nos falta saber cuáles son. En 2012 sus palabras evitaron tener que intervenir, pero ahora no es seguro que pueda hacer lo mismo.

¿De verdad está Europa al borde de la deflación? Parece que no. Las tasas de inflación próximas a cero se dan sobre todo en el Sur. El motivo es que, ante la imposibilidad de devaluar la moneda, estos países, entre los que está España, se vieron obligados a reducir el coste de sus salarios y productos para ser competitivos. Ello, unido a la debilidad de su demanda interna, contribuye a alargar el período de precios bajos. Los economistas sostienen que la deflación se produce cuando la mayoría de los ciudadanos aplazan sus compras porque esperan adquirirlas a menores precios pasado un tiempo. Es lo que ocurrió con la vivienda en los últimos años, pero ni siquiera ésta tiene perspectiva de seguir a la baja en estos momentos.

El Norte registra tasas de inflación mayores, lo que hace improbable que el BCE tome medidas drásticas. No hay más que echar un vistazo al pasado. Cuando alemanes y franceses incumplieron a comienzos de esta década el objetivo de déficit del 3 por ciento, convocaron al resto de sus socios para relajar las sanciones sobre los desajustes. Pero cuando el Sur se saltó los límites del déficit en los últimos años, tuvo que aplicarse y acometer las reformas que le han llevado a la situación actual.

Estados Unidos está acostumbrado a utilizar la política monetaria como un instrumento más para expandir el crédito y debilitar el dólar a fin de impulsar su economía, pero Europa no. El miedo ancestral de los alemanes a entrar en un proceso inflacionista, los empuja a apretarse el cinturón, hasta casi la asfixia, antes de recurrir a los instrumentos monetarios.

La mayoría de los economistas considera muy improbable que el Bundesbank vaya a permitir que el BCE compre bonos de los mismos gobiernos europeos a los que se negó tal ayuda en los últimos años. Una decisión así convertiría al BCE en financiador de último recurso de los Estados, lo que contraviene las leyes germanas y requiere la aprobación de su Tribunal Constitucional. Además, la Unión Europea y el Fondo Monetario siguen quejándose de que las reformas en la periferia europea están inconclusas y la adquisición de deuda pública no animaría a llevarlas a cabo.

El coste de los bonos estatales ha sufrido tal derrumbe, que su compra masiva tendría un efecto limitado. El camino alternativo es la adquisición de deuda privada o de otros activos, que aún ofrecen rentabilidad elevada, así como los ligados al crédito.

Buena parte de la banca descarta, por último, que Draghi vaya a poner un tasa negativa a los depósitos, que aún mantienen en el BCE, entre otras cosas porque la cantidad se redujo muchísimo (entre 20.000 y 40.000 millones al día) y tendría poco efecto sobre el crédito.

El jueves último, Draghi eludió referirse en su discurso a la deflación y señaló que este periodo de precios bajos será pronto sustituido por otro de subidas de la inflación hasta el entorno del 2 por ciento. Con este panorama, lo más oportuno es que adopte algún tipo de compra de activos privados, aunque sea una medida cosmética dirigida a detener la escalada del euro.

Esta semana tuve la oportunidad de compartir una mesa redonda con las grandes empresas industriales instaladas en España, junto al secretario de Estado de la Energía, Alberto Nadal. El temor entre estas empresas industriales, una especie a extinguir que es necesario preservar, está centrado en dos asuntos: la elevada paridad del euro y el coste de la electricidad. La reforma redujo en el primer cuatrimestre los costes energéticos, que en estas grandes empresas representan entre el 30 y el 40 por ciento de su producción, pero no existe garantías de que vaya a prolongarse el resto del año. Sobre el euro, la mayoría de los industriales cuenta con que ronde los niveles actuales.

En España tenemos factorías de Alcoa, Asturiana de Zinc o Arcelor Mittal que están entre las más competitivas en su especialidad. Pero la falta de un horizonte estable en el coste de la energía y el encarecimiento de la divisa impide atraer nuevos capitales. Alcoa, según su presidenta, Rosa García, está pendiente de una inversión de cien millones en una de sus plantas gallegas. La fortaleza del euro también malogró los resultados de Telefónica en este trimestre.

Sobre la energía, las trabas burocráticas para la exploración y producción de shale gas en Europa auguran precios mucho más altos que en Estados Unidos para los próximos años. Los problemas de las grandes empresas son extensibles a cientos de miles de pequeñas con el agravante de la falta de crédito. Un oscuro panorama, ante el que sólo queda el recurso de seguir bajando costes si Draghi no toma medidas para volver a poner en marcha la locomotora europea.

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