Opinión

Trabajo, recuperación y Estado de bienestar

El secretario general de CCOO, Ignacio Fernández Toxo. Imagen: Archivo

El 1 de mayo de 2014 como el de años anteriores tiene para el movimiento sindical una principal preocupación: el empleo. Justo cuando asistimos a una programada y sostenida campaña publicitaria del Gobierno para anunciar el fin de la crisis y el comienzo de la recuperación, es conveniente huir de esta melodía de seducción y detenerse en el análisis frío de los datos y, especialmente, en la situación real de las personas, porque de lo contrario nos devorará la publicidad y acabaremos engullidos por la retórica de la fabulación.

El 1 de mayo es una jornada esencialmente reivindicativa, que subraya para los sindicatos su voluntad inquebrantable de pelear contra las políticas de ajuste, de rechazar la estrategia neoliberal de demolición del Estado social y de reiterar que es posible otra política orientada a reactivar la actividad económica, el empleo y los sistemas de protección social.

No vamos a aceptar ni ahora ni nunca que el nuevo paradigma tras la crisis provocada por las ideas, grupos y personas que hoy marcan el camino de salida, sea el que ya no se pueda disponer en el futuro de los servicios y prestaciones sociales que han definido el modelo social europeo.

CCOO renueva, asimismo, su compromiso con la solidaridad internacional, con los pueblos que luchan por conquistar la democracia y con las personas que se ven obligadas a dejar sus países en busca de pan, trabajo y/o libertad. Nuestra activa presencia en la Confederación Sindical Internacional así lo demuestra, y allí donde las trabajadoras y trabajadores y sus organizaciones luchen por sus derechos, estará CCOO.

Asistimos desde hace unos meses a una campaña oficial que anuncia el final de la crisis y el inicio de la recuperación. Una rebuscada estrategia de números y secuencias estadísticas que huyen como de la peste de la situación real de las personas.

¿Alguien puede decir en su sano juicio, que un país que suma 6 millones de personas en paro, ya no está en crisis; un país que sigue destruyendo empleo y que lo crea a un ritmo desesperante -con esta intensidad necesitaríamos 16 años para recuperar el empleo de 2008-; un país con una caída del PIB en 2013 del 1,2% y una deuda pública que sigue incrementándose como consecuencia de las necesidades de financiación -este año 240.000 millones de euros- de la economía española; un país que ha visto adelgazar sus políticas públicas y su ya insuficiente estado de bienestar; un país con estas estadísticas reales está en el buen camino?

La economía española debe resolver los problemas de fondo que la tienen maniatada desde hace muchos años. Una insoportable tasa de paro, un sistema bancario que sigue sin financiar la economía real, serias restricciones en la política fiscal y presupuestaria, un fuerte crecimiento de la deuda pública, una estructura productiva desequilibrada, un sector agrario que precisa de nuevos impulsos hasta ahora no resueltos por la nueva Política Agraria Común.

Por eso, en España y en Europa hay que dar un giro a las políticas económicas. Un giro en la dirección propuesta por la CES, para dedicar el 2% del PIB a un Plan de Inversiones que cree en los próximos 10 años 11 millones de empleos en toda Europa. Un volumen de recursos que no debe asustar a nadie y menos a las autoridades políticas y económicas de la UE, porque nunca se alcanzarán las cifras dedicadas a sanear el sistema financiero de los países de la Unión.

Si hay voluntad política, habrá recursos y la ciudadanía encontrará razones para creer en la utilidad de las instituciones comunitarias y de la propia Unión Europea. Un plan, no obstante, al que deben engancharse con decisión y coraje los gobiernos nacionales, para incentivar planes de choque en sus respectivos países y situar el empleo como prioridad de sus políticas.

Estos son los principales objetivos de los sindicatos este primero de mayo. Y este es el emplazamiento que hacemos a las formaciones políticas que acuden a las elecciones europeas del 25 de mayo. No pueden seguir instaladas en el debate doméstico de baja intensidad y cruzado de lugares comunes, sobre todo en lo que afecta a los partidos mayoritarios. Deben explicar con claridad sus objetivos y responder a las demandas del movimiento sindical sobre el plan de inversiones que Europa necesita, el nuevo contrato social europeo, la consolidación del Estado de bienestar o la refundación democrática de Europa.

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