El menor coste de la deuda y la mejora del PIB cubren la rebaja del déficit.
La recuperación de la economía va a ser lenta, muy lenta, por la falta de reformas de calado que apenas reducen el tamaño de la administración. Pero el Gobierno se empeña en hacernos ver la vida de color de rosa. El ministro de Economía, Luis de Guindos, llegó a sugerir que el PIB crecería el 1,5 por ciento este año, fruto de hallar la media de 2014 y 2015. El Gobierno elevó ayer al 1,2 por ciento la previsión, unos meses después de que la subiera del 0,7 al 1. ¿Por qué no lo hizo de un tirón? Supongo, que para anunciar la mejora dos veces. Cristóbal Montoro barajó ya esta tasa en los Presupuestos en octubre.
Algo similar ocurre con el desempleo. El INE acaba de revisar la estadística con objeto de aflorar 377.000 empleos. El martes dará a conocer la Encuesta de Población Activa (EPA) del primer trimestre, que será muy positiva gracias a la citada revisión aplicada con gran agilidad para que pudiera conocerse antes de las europeas.
La Semana Santa fue también la mejor en muchos años. Hubo patronales seleccionadas por el Telediario de la 1 que cifraban la ocupación en el cien por cien. ¿Eso es posible?, ¿No quedó ni una sola plaza en algún mísero motel de carretera?
Los bancos prometen volver a dar créditos, aunque todavía sea una quimera, y el Consejo de Ministros aprueba una batería de ayudas para el pequeño comercio o las pymes, dos sectores intensivos en empleo y... votos. Hasta la agencia de calificación Fitch dio a conocer una mejora del rating para España en vísperas electorales. Estas cosas se pactan.
No sé cual será la próxima noticia bomba que tiene preparado el aparato de propaganda de Moncloa. El PP quiere hacer bandera de la tímida mejora económica para intentar reconquistar el favor de su electorado. Es como vivir en conmoción permanente.
Hay otra realidad menos bulliciosa que los medios oficiales escamotean a la opinión pública. La recuperación ha llegado, pero el ciudadano de a pie apenas la percibe. El primer trimestre se cerró con pérdida neta de empleo; los precios de la vivienda no se recuperan más que en las mejores zonas de grandes ciudades; el consumo sigue por los suelos, hasta los grandes fabricantes alimentarios reabren la guerra de precios para mantener su cuota, mientras crece el ahorro ciudadano por temor a que vengan mal dadas.
Vivimos un momento dulce. La inversión extranjera vuelve a poner los ojos en España gracias a la fuerte caída del precio del dinero. Hay miles de millones en busca del chollo inmobiliario o de otro tipo. Pero se trata de un inversor ocasional, que desaparecerá en cuanto aparezca un sitio mejor. Se echan de menos inversores que apuesten a medio o largo plazo, con honrosas excepciones como la del fondo de capital riesgo CVC en Deoleo. Ni existe ni se espera un plan oficial para regenerar el tejido industrial perdido en los últimos años. Esta semana, una multinacional americana prometió crear 3.000 empleos en Salamanca, pero si se va a la letra pequeña, de momento sólo se incorporarán un centenar, y gracias. Este es un magnífico país de servicios, pero para atajar la actual tasa de paro desbordada hay que crear empleo industrial.
Es también preocupante el coste de la deuda, que el pasado año alcanzó 34.000 millones, alrededor de 5.000 millones menos que el anterior. Es decir, la reducción del déficit hasta el 6,5 por ciento se hizo enteramente por el menor coste de financiación del Tesoro. Este ejercicio, se confía en el mayor crecimiento del PIB para limar los 7.000 millones de ajuste previsto. ¿Dónde queda el impulso reformista del que gusta hablar a Rajoy?
El problema es que el gasto financiero no se reducirá mucho más. Al contrario, puede subir como consecuencia del incremento del montante final de la deuda, que ronda ya el cien por cien del PIB. Algunos analistas, además, comienzan a advertir de que la prima repuntará en cuanto haya el mínimo tropiezo. No parece sostenible que el bono americano a largo plazo rinda más que su homólogo español. Sin reformas de calado, que simplifiquen el aparato público y mejoren la competitividad, será imposible que el déficit baje del 5 por ciento del PIB.
Por fortuna, el Gobierno tiene aún un año por delante, ya que la exigencia del déficit por debajo de ese porcentaje será en 2015. Sólo cabe esperar que el espejismo de la recuperación no arrincone definitivamente los ajustes, porque es muy pronto para cantar victoria, por mucho que el Ejecutivo se empeñe en endulzarnos la existencia. Les aconsejo que no hagan mucho caso de los cantos de sirena que oigan en los próximos días o semanas.
P.D. El vodevil en que se ha convertido el juicio con el magistrado Elpidio Silva amenaza con dejar en un segundo plano las tropelías de Blesa en Caja Madrid. El ex banquero encima se crece y culpa a Silva de su descrédito. ¡Eso sí que es ser un caradura!