Opinión

Tres horas con Montoro

Montoro admite que la caída de la prima de riesgo nos ha salvado de los 'hombres de negro'.

El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, está convencido de que España cumplirá los compromisos adquiridos con la Unión Europea. En su amplio despacho, uno tiene la sensación de retroceder hasta el siglo XVII, fecha de construcción de la Real Casa de Aduanas, sede del Ministerio. Los techos altos, los frescos como recién restaurados o los cuadros rescatados del desván lucen pulcritud y orden. El ministro explica que el valor de estos objetos es escaso, pese a su cuidada apariencia. Las piezas caras son enviadas por Patrimonio Nacional a los museos nacionales, como el del Prado. La austeridad se hace así presente en las amplias estancias de Hacienda.

Los asistentes del ministro nos ofrecen agua, en delicadas jarritas de cristal, como otra muestra de esa bendita austeridad, que se ha transformado en el signo de los tiempos modernos. Montoro se lamenta de que tiene el puesto más difícil de la Administración y de la incomprensión de los medios de comunicación. Cuenta como la Alta Representante de la UE para Asuntos Exteriores, Catherine Ashton, se acercó a conocerle en una de las cumbres europeas. Ashton tenía interés por saludar al hombre sobre cuyas espaldas recae la responsabilidad de las cuentas del Reino de España, en un momento económico tan delicado. "Ah, es usted", le dijo, entre admiraciones. El ministro, que primero fue un reputado experto económico y ocupó ya esta misma responsabilidad entre 2000 y 2004, alardea de saber muy bien lo que necesita este país. Como el cirujano, que con un corte preciso de su bisturí es capaz de devolver a la vida a su paciente.

Su primera tentación es cargar contra el Gobierno de Zapatero, que dejó un déficit superior al 9 por ciento. "Hemos bajado el desequilibrio fiscal dos puntos con la economía cayendo al 1,5 por ciento", reivindica. "Algo nunca visto, que sólo ha conseguido otro país en la Unión Europea, Grecia" señala, aunque con una grave inestabilidad social que aquí se ha evitado.

Defiende su política fiscal, como si se tratara de un fortín en asedio permanente. Se mofa de las críticas de la oposición -a la que considera que hace su trabajo para ganarse el sueldo- y, sobre todo, carga contra el grupo de economistas neoliberales, sin citarlos expresamente, de los que recibe feroces críticas a través de blogs y artículos periodísticos. "Todos los economistas han caído de un lado", se queja, como si hubiera una conspiración contra él.

Tampoco escatima críticas hacia la Unión Europa y sus planes de ajuste. "Ya se ve como aciertan en sus previsiones", declara ufano ante la evolución del PIB español, cuyo crecimiento para el próximo año se mejoró hasta el 0,7 por ciento. También se reconforta por la revisión del déficit público del año pasado desde el 7 al 6,8 por ciento. "Y decían que no íbamos a cumplir".

En su opinión, la subida de impuestos a las grandes empresas es una de las claves de la salvación nacional, porque puso fin a su apalancamiento. Exhibe con orgullo el cuadro sobre las necesidades sectoriales de financiación de la economía española, que pasaron de un déficit del 8 por ciento del PIB en 2007 a un superávit del 2 por ciento para este año. Y, por supuesto, defiende con uñas y dientes la subidas de IRPF, rentas de capital, IVA, etc, como inevitables. Recuerda que él realizó a comienzos de la década la mayor bajada de impuestos. "Entonces, crecíamos a tasas del 3 o 4 por ciento, pero con una economía en caída libre, si bajamos impuestos nos hubiera hundido más".

El mismo argumento utiliza sobre el recorte de gasto, evaluado en unos 21.000 millones. Nuestra insistencia en criticar que el ajuste del gasto es escaso y la subida de impuestos, excesiva, no logra sacarlo de sus casillas. Montoro vuelve a presumir de sus dotes de cirujano experto. Cree que un ajuste mayor nos habría precipitado al abismo.

Es tajante en la defensa del café para todos en la financiación autonómica y rehúsa ofrecer una financiación a la carta a Cataluña. Niega que esta autonomía sea castigada a propósito en el reparto de inversiones para 2014 y mantiene que, en el futuro, el dinero público no será el que tire del carro. Por último, defiende la amnistía fiscal y la lucha contra el fraude, que ha sacado a la luz la situación irregular de 40.000 contribuyentes. Dibuja los contornos de un nuevo mundo, con baja inflación, convenios colectivos asumibles y creciente competitividad.

El ministro está convencido de que España ha pasado la página más negra de su historia y ha abierto otra con creación de empleo y de riqueza. Un episodio en el que la esperada bajada de impuestos será realidad. La evolución creciente de la deuda es la principal incertidumbre. Sólo al cabo de tres horas, cuando le pregunto qué hubiera pasado si la prima de riesgo no baja a 250 puntos (este año ahorraremos unos 5.000 millones), contesta: "Que los hombres de negro estarían por aquí", señala a su alrededor.

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