
La nueva provisión del Banco de España es un indicio de que el rescate de la banca se quedó corto
El Gobierno está de enhorabuena. Pese a las negras previsiones macroeconómicas que prolongan la recesión y el momento de creación de empleo prácticamente hasta 2015, pese a la falta de un plan concreto para simplificar y modificar el tamaño de las administraciones, pese a la ausencia de crédito que ahoga a miles de pymes y dificulta el crecimiento económico, las cuentas comienzan a cuadrar por primera vez desde que comenzó la crisis.
El hada madrina, el mirlo blanco que puede sacarnos de esta es, una vez más, el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi. El jueves pasado redujo el precio del dinero a un mínimo histórico de medio punto. La medida va a servir para poco, ya que en la actualidad, con la excepción de las hipotecas concedidas con anterioridad al desplome inmobiliario, ni los créditos a las familias ni a las empresas o a las administración se otorgan teniendo como referencia al euribor.
El gesto, sin embargo, contribuyó a que la prima de riesgo, que mide la diferencia entre el coste de la deuda alemana y la española, encare la recta hacia los 250 puntos. La cifra mágica, que el ministro de Economía, Luis de Guindos, anunciaba hace unos meses como posible, está hoy al alcance de la mano más que nunca.
El segundo elemento que ha contribuido a rebajar el precio del dinero es la Unión Europea, o mejor dicho, la canciller Angela Merkel, que es quien manda aquí. La canciller tiene un problema a la vista. Las previsiones de la Unión Europea apuntan a que la economía alemana retrocederá un ligero -0,4 por ciento este año y el pueblo alemán tiene una cita en septiembre para renovar la confianza en su Ejecutivo.
Con Europa en una profunda depresión y China, el otro motor de las exportaciones germanas, seriamente gripado, las posibilidades de que la crisis alcance a Alemania son inmensas. La solución, por tanto, está en relajar los objetivos de déficit de los miembros del club del euro para, sin perder el ritmo reformista, intentar que levanten poco a poco el vuelo.
La eurozona está comprobando con dolor el fracaso de sus políticas de austeridad. Ninguno de los países rescatados ha logrado crecer desde que solicitó la ayuda europea, con excepción de Irlanda, cuyos problemas se circunscribían a su sector bancario.
Angela Merkel no se apiada de nosotros, los países periféricos, sólo intenta que el fuego no alcance a su casa. Llevan razón quienes aseguran que los problemas del euro se solventarán cuando salpiquen al eje franco-alemán. La economía francesa también sufrirá un ligero retroceso este ejercicio, que pretende aliviar con un aplazamiento durante dos años del plazo para alcanzar el objetivo de déficit del 3 por ciento.
El tercer factor que empuja nuestra prima a la baja es la ola de liquidez que baña a las economías desarrolladas, con la excepción de Europa. La prolongación de las inyecciones de liquidez de la Reserva Federal de Estados Unidos, y la adopción de políticas de similar envergadura por Japón, desploma la rentabilidad de su deuda e incrementa el atractivo de la nuestra.
El resultado es que Rajoy logra por arte de magia una rebaja de la prima de alrededor de cien puntos, que equivale a unos 8.000 millones menos en el coste del endeudamiento. Una cantidad similar al esfuerzo que exige Bruselas este año para reducir el déficit del 7 al 6,3 por ciento, unos 7.000 millones. Por eso quizá el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, presumía hace unos meses de que no habrá más ajustes.
Pero el Gobierno se equivoca una vez más. Debería aprovechar la calma en los mercados para acelerar sus reformas en lugar de prolongarlas en el tiempo y batir así las previsiones de los organismos financieros internacionales, como hizo Aznar en su primera legislatura. La economía se recuperará de una forma u otra, pero la velocidad de salida será mucho más rápida si, por ejemplo, se aligerara la carga de la Administración en vez de aplicar el alza de los impuestos.
Si vuelven los problemas no habrá margen para reaccionar, como pasó en el segundo trimestre del pasado año. Todavía existen muchas incertidumbres. De las dos reformas exitosas acometidas por Rajoy, la laboral y la financiera, la última comienza a hacer aguas. Las nuevas provisiones exigidas por el Banco de España obligarán a inyectar más dinero a las antiguas cajas de ahorros. El primer indicio de que los requerimientos de capital estimados por Oliver Wyman se quedan cortos. La banca presionó para evitar un nuevo decreto Guindos que obligara a todos a mejorar sus garantías, como desvela hoy elEconomista. Si la crisis se prolonga, puede ser peor. Seguimos con el agua al cuello y aprovechar el abaratamiento de la financiación para aplazar los deberes no va evitar los ajustes, sólo conduce a hacer trampas en el solitario.