Opinión

El país de las maravillas

El Gobierno admite que si no logra abrir el crédito, en 2013 se agravará la crisis en vez de acabarse.

Rajoy no parece querer resignarse a la crisis. Desde numerosas instituciones se ha emprendido una campaña para recuperar el optimismo y hacernos creer que la recuperación de la economía está a la vuelta de la esquina. El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, señala en el Congreso que 2013 será el último año en recesión. El Rey Juan Carlos aprovecha su misión a la India para hablar de los primeros signos de una pronta recuperación. La vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, también destacó ayer las mejoras en la competitividad y apuntó a las inversiones conocidas esta semana. KKR, uno de los mayores fondos de capital riesgo del mundo, envió una carta a NH en la que se muestra dispuesto a entrar en la sociedad hotelera mediante la suscripción de un bono convertible en acciones del grupo, y Ford anunció el traspaso de parte de la producción de su fábrica en Bélgica, que cierra, a Valencia.

La ministra de Empleo, Fátima Báñez, vigilaba esperanzada desde hace tiempo la evolución del desempleo, que se conoció ayer. El dato apunta, por primera vez en mucho tiempo, a un importante frenazo en el sector privado. Aunque el paro crezca en 85.000 personas en el tercer trimestre, se crea empleo en la construcción, la industria y los servicios, y la pérdida de puestos de trabajo en el ámbito privado se reduce a una media de sólo 500 personas. A ello se suma que el PIB del tercer trimestre fue mucho mejor de lo esperado. Cayó el 0,4 frente al 0,9 por ciento previsto. La cuestión que subyace es si realmente estamos ante los primeros brotes de una recuperación o ante una avalancha de noticias positivas, pero pasajeras.

Pocas personas pueden dar respuesta a esta pregunta, ya que dependerá de varios factores, aún pendientes de resolución. El primero de ellos es si el Gobierno pedirá o no el rescate. Eso podría rebajar la prima de riesgo al entorno de los 200 puntos, lo que abarataría la financiación de las empresas.

También dependerá del denominado banco malo, ya que las entidades financieras estarán en mejores condiciones de prestar una vez que hayan concluido sus provisiones y limpiado sus balances de ladrillo. El ministro de Economía, Luis de Guindos, tiene prácticamente ultimado el borrador para su puesta en marcha, que supondrá recortes adicionales del 7 por ciento para los inmuebles y del 13 por ciento en los créditos inmobiliarios que absorba. Luego habrá que ver si estas rebajas marcan un suelo en los precios o si éstos siguen deslizándose al abismo.

El banco malo debería poner fin a la incertidumbre regulatoria del sector, uno de los principales elementos que desanima a dar préstamos.

El Gobierno es consciente de que, sin una apertura de la financiación, la economía no se sostendrá el año que viene.

"Si no logramos que haya crédito, la caída de la actividad puede ser muy superior a la prevista", admite en privado un ministro. Entonces, ¿por qué no pedimos el rescate?

La impresión que tengo es que el Ejecutivo considera incluso la posibilidad de no llegar a solicitarlo. Para ello, lo importante es el cumplimiento del objetivo de déficit del 6,3 por ciento.

Las últimas subidas de impuestos, entre otras medidas, permitieron cerrar septiembre con un desfase del 3,9 por ciento, lo que augura prácticamente su cumplimiento a fin de año por parte del Estado. La mayor incertidumbre procede de las autonomías. Pese a los férreos controles introducidos por Montoro, se espera una desviación de algo más de medio punto en su conjunto durante el último trimestre del año. Eso conduciría a cerrar con un déficit fiscal por debajo del 7 por ciento, en el 6,8 o 6,9 por ciento, apunta confiado otro de los ministros.

El Gobierno cuenta, además, con que Bruselas relaje los objetivos de déficit a finales de año para casi todos los miembros de la eurozona, una vez que lo haya hecho con Grecia, lo que nos acercaría al objetivo.

En cualquier caso, el discurso que comienza a vender es que ha hecho el mayor esfuerzo fiscal de la historia, ya que recortar en un año en plena recesión en tres puntos el desajuste fiscal -de alrededor del 10 por ciento en que lo dejó Elena Salgado al 7 por ciento- es muy meritorio. Y así es.

Si las perspectivas sobre las cuentas públicas se confirman, el mercado debería premiarlo con un descuento de la prima de riesgo. Hay que tener en cuenta que ésta se redujo de 650 puntos en julio a alrededor de 400 en la actualidad sólo con la decisión del Banco Central Europeo (BCE) de acudir al rescate de los países que lo soliciten.

Rajoy no tiene prisa en pedirlo, porque cree que si se confirman estos datos logrará mejores condiciones que en este momento o que si lo hubiera hecho ya. O incluso puede ser que no llegue a solicitarlo jamás si la prima se redujera por sí sola.

Para dar mayor credibilidad a su discurso, el Consejo de Ministros aprobó ayer medidas para alargar la edad en activo de los trabajadores y creó una comisión para eliminar las duplicidades en la Administración, en línea con lo demandado por Bruselas. Lo malo es si, como en el cuento de la lechera, se rompe el cántaro antes de llegar a la fuente, es decir, al rescate, porque las esperanzas se desvanecen.

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