
El motor alemán se ha gripado. Su tasa de crecimiento se ha frenado de golpe desde un 1,3% en el primer trimestre hasta un 0,1 en el segundo. El consumo privado y la construcción lastraron su PIB, también afectado por la ralentización global. Y los desplomes bursátiles que tanto minusvalora la canciller Merkel acentuarán esta recaída al congelar el consumo y la inversión, tal y como ya sucedió en 2008.
Cada vez está más claro que será muy difícil que los consumidores germanos tiren del resto de Europa ante las malas perspectivas y el envejecimiento de su población. Además, estas cifras ponen en entredicho la precipitada subida de tipos iniciada por el BCE. Por si fuera poco, los recortes a los que todos deben someterse agudizarán la contracción. Y enfrentados a semejante panorama, ¿qué hacen Merkel y Sarkozy reunidos en París?
En primer lugar, ayer rompieron con el espíritu tradicional de la UE de exhibirse todos juntos ante la adversidad. Sus medidas sonaban a nuevas imposiciones para el resto. Este directorio de dos presentó la propuesta de crear un "verdadero gobierno económico único", formado por los jefes de los Ejecutivos y encabezado por un presidente con un mandato de dos años y medio que podría ser Van Rompuy; acordaron una propuesta para que los 17 miembros del euro incluyan en sus constituciones el respeto al equilibrio presupuestario; insistieron en la necesidad de crear una tasa a las transacciones financieras; calificaron la cantidad del fondo de rescate de suficiente; y anunciaron que Francia y Alemania armonizarán sus impuestos de sociedades allá por 2013.
Respecto a las malas estadísticas que desprende la economía europea, dijeron que había algo más que los guarismos trimestrales. O sea, ambos países volvieron a escenificar una de sus habituales muestras de compromiso con el euro. Y el límite al endeudamiento constituye un propósito acertado, sin embargo, ¿lo de reunirse para tomar decisiones sobre la economía no era lo que ya habían estado haciendo desde el comienzo de la crisis de deuda una y otra vez sin resolverla?
Parece que París y Berlín pretenden decirle de nuevo al mercado que ellos llevan su propio ritmo. Pero el problema de fondo, que una serie de países experimentan dificultades para crecer y por consiguiente abonar su deuda, no ha sido atajado. Ayer España volvía a arrojar un exiguo dato de PIB: un 0,2 entre abril y junio.
A los alemanes no les falta razón cuando argumentan que las primas de riesgo son necesarias para que se mantengan los incentivos a las reformas. Pero también deberían plantearse si no se están cebando demasiado con la austeridad, ahogando a los periféricos para preservar sus ahorros. Y hablan mucho de la competitividad, pero ésta se gana a costa de otros. ¿Significa eso que Alemania va a perderla o va a fomentar que sus ciudadanos consuman?
Existe un respaldo implícito de Alemania a las deudas en la Eurozona, y los mercados seguirán empujando hasta que ese respaldo se haga efectivo. Ahora que la recaída parece una realidad, los inversores van a exigir más que nunca que se aumente el fondo de rescate y haya un eurobono. Esperemos que Merkel y Sarkozy le hayan cogido el gusto a estas cumbres, porque van a tener que reeditarlas conforme los vaivenes continúen.
En su conjunto, la zona euro acumularía un déficit público del 4% y una deuda del 90, unos números razonables que brindarían un respiro al euro. Pero el diagnóstico francoalemán se resume en una cuestión de indisciplina; mientras que para el mercado reside en un exceso de endeudamiento. Y en ese contexto hay que buscar la manera de renegociar y reducir deudas. De lo contrario, cualquier estímulo a una economía apalancada no funcionará y será imposible librarse del estancamiento.