Opinión

Lorenzo Bernaldo de Quirós: 15-m: savia vieja en odres nuevos

Mientras 23 millones de alienados ciudadanos fueron a votar el pasado 22-M, unos miles de personas, conscientes de que eso era una pantomima manejada por una siniestra coalición de la política y del dinero, mantenían encendida la lla- ma de la protesta contra un sistema al servicio de los poderosos y ajeno a los intereses de los españoles. Esta caricatura refleja en buena medida la actitud del denominado Movimiento del 15-M.

Los regímenes pluralistas y constitucionales no son perfectos, ningún régimen lo es, pero la experiencia muestra que a lo largo de la Historia son los que han proporcionado las mayores cotas de libertad, igualdad y prosperidad para la inmensa mayoría de la gente, sobre todo, para los más débiles.

Por eso, una cosa es intentar perfeccionarlos, denunciar sus deficiencias y corregirlas, y otra muy distinta es impugnarlos en su totalidad. Incluso esto es posible a través de los procedimientos democráticos tradicionales.

En opinión de quien escribe estas líneas, olvidar esos elementos constituye el error básico de los indignados, cuyas propuestas son en buena medida rancias y cuya modernidad sólo estriba en el instrumento que han elegido para movilizarse, Internet.

El concepto de democracia real tiene un significado preciso. Fue la alternativa de los movimientos totalitarios, básicamente del comunismo, a la democracia liberal y representativa, considerada por ellos un instrumento al servicio de las clases explotadoras. Ahora bien, la aplicación práctica de ese ideal creó uno de los sistemas más represivos de la historia de la Humanidad.

Esto no supone acusar a los paladines del Movimiento 15-M de tener tics totalitarios, pero sí afirmar que o bien el término democracia real es una pura proclama propagandística o bien ignoran lo que supondría su instauración. Esto no es baladí, porque el debate democrático se articula a través de ideas y de palabras, y éstas tienen significados y consecuencias.

Si se llevase a sus conclusiones lógicas, el planteamiento de los indignados llevaría a sustituir el hipotético poder de la oligarquía, de la siniestra entente partidos-poderes económicos, por el suyo propio, una minoría esclarecida capaz de entender por ciencia infusa las verdaderas necesidades de los españoles. Esto equivale a considerarse en posesión de la verdad y profesar un desprecio olímpico a la voluntad de millones de españoles expresada en las urnas.

Aceptar las reglas del juego

La democracia es un procedimiento que permite deshacerse de los gobiernos que no gustan a la mayoría de los ciudadanos sin derramamiento de sangre. Dentro de ese marco y con unas reglas del juego aceptadas por todos, los partidos articulan el pluralismo de ideales y aspiraciones de la sociedad y compiten entre sí por obtener el apoyo suficiente para llevar a cabo sus programas.

Por definición, en una sociedad pluralista, no todos los ciudadanos piensan igual y, en consecuencia, las prioridades económicas, sociales y políticas de, por ejemplo, el Movimiento 15-M, no tienen por qué ser compartidas por todos o por una mayoría de españoles.

En cualquier caso, la evidencia empírica muestra que los partidos políticos que no representan la voluntad de los ciudadanos terminan por desaparecer y, en caso de gobernar, por ser desplazados del poder. Sin duda, los partidos están lejos de la perfección, es más, pueden ser de una imperfección absoluta, pero son instrumentos esenciales e imprescindibles en una democracia.

Les guste o no, el Manifiesto de los indignados es un paquete de medidas sociales y económicas de un izquierdismo naftalínico. Esto se refleja en su jurásica terminología, extraída, quizá sin saberlo, de la vulgata marxista, léase la afirmación: "El ansia de acumulación de unos pocos genera desigualdad, crispación e injusticia, lo cual conduce a la violencia, que rechazamos".

En realidad, su ideario es la expresión de las propuestas planteadas hace décadas por la izquierda y abandonadas por ella tras la constatación de su fracaso. En España, algo parecido a las exigencias de los manifestantes de la Puerta del Sol y de sus colegas de otras partes del territorio nacional es el enfoque de Izquierda Unida y de otros grupos marginales.

Movimiento contradictorio

Aunque resulte paradójico, el grueso de las iniciativas de los indignados no es revolucionario, sino terriblemente conservador. Se traduce en una configuración social y económica asistencial, en la que Papá Estado de la cuna a la tumba ha de asegurar a los individuos todo, desde la educación a la felicidad. La ironía del Movimiento 15-M es que quieren pensar como cubanos y vivir como capitalistas, lo que es imposible.

La frustración, el desánimo y la falta de expectativas de numerosas capas de la sociedad española es evidente y comprensible. Ahora bien, el desempleo, el descenso del nivel de vida y demás males socio-económicos no son una consecuencia inexorable del Sistema, sino de la mala política desplegada por el Gobierno de la nación.

Además, las democracias liberales tienen una enorme capacidad, así lo enseña la experiencia, de regenerarse, de depurar los vicios que llegan a tener. En cualquier caso, la acampada de la Puerta del Sol no se hubiese producido, al menos por las causas alegadas hoy por los indignados, hace siete años, cuando la economía nacional estaba en plena fase expansiva, la creación de empleo era vigorosa y el bienestar se extendía a todas las capas de la población.

La Democracia existe

Se materializa ahora, cuando, finalizada la recesión más dura de la historia contemporánea, se abre un escenario de incertidumbre. Pero precisamente para evitar que una situación de esta naturaleza se consolide y se convierta en una deslegitimación del sistema hay elecciones y la posibilidad de alternancia en el poder. Ésa es la esencia de la democracia, de la única que existe y ha existido, la representativa.

En este escenario, si los adalides del Movimiento 15-M creen representar a una parte mayoritaria de la sociedad española, tienen la posibilidad de demostrarlo en las urnas.

Por cierto, la falsa democracia española ha tolerado y tolera la ocupación ilegal de espacios públicos antes, durante y después del 22-M.

Lorenzo Bernaldo de Quirós. Miembro del Consejo Editorial de elEconomista.

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