En pago por su respaldo a Zapatero, Artur Mas pide unos 6.000 millones sin calcular lo que él debería devolver. Quiere los hospitales para venderlos, una peligrosa despatrimonialización si se aplica para seguir gastando. Y ha logrado que le dejen emitir más deuda.
Cierto que se enfrentaba a dos extremos nefastos: o se le permitía endeudarse fomentando la indisciplina, o se rompía su financiación. Por eso, para asegurar la sostenibilidad de sus cuentas, cualquier emisión ha de acompañarse de mayores recortes que el 10 por ciento prometido.
De nuevo, se abre el melón de la financiación autonómica. Como la caja ya no da, hay que ensancharla. Y eso se hace reclamando transferencias que siempre se revalorizan al alza en un cambalache a cambio del apoyo al Gobierno.
Tales transferencias sólo deberían darse al coste que tiene el Estado central, y no destinarlos a otros menesteres. Una vez más, Zapatero compra su estabilidad a costa del resto: ¿qué pasará con Valencia o las autonomías que cambien de Gobierno en mayo?
El modelo de CCAA ayudó a gestionar la riqueza, pero se ha dejado abierto al descontrol porque sirve para negociar mayorías. Hay que cerrarlo. Hasta ahora las autonomías han competido en el gasto, pero casi nunca recortando sus tramos de impuestos. Y encima Solbes rompió los techos establecidos por ley.
Debe imponerse la restriccion financiera y darle rango constitucional para que no se toque a conveniencia. Cataluña puede aducir -menos que Madrid- que recibe poco, pero pondría en duda la redistribución entre los ciudadanos y la misma solidaridad que ejerce Alemania por las balanzas comerciales que consigue.