La Unión Europea ha experimentado un giro en su política económica que puede llevarla a una recesión sin precedentes, lo cual podría destruir todo el proceso de integración política y económica de los últimos 30 años.
Este giro, llevado a cabo por las principales economías, como Alemania, Francia, Italia y también Reino Unido, ha arrastrado a los países periféricos que, como España, se resistían a deflacionar la economía. Los sucesivos paquetes de ajuste fiscal, sin tener en cuenta la posición cíclica de cada país ni el carácter cíclico o estructural de los déficit públicos, han reducido ya el crecimiento potencial de la UE para los próximos diez años en una cantidad no despreciable.
Frente a este bloque de economías con políticas de oferta, en el otro lado, EEUU aboga, como se demostró en el último G-20, celebrado en Toronto, por mantener los estímulos públicos para incentivar el crecimiento, en un contexto de sequía crediticia en el mundo occidental.
Estos dos bloques antagónicos, otrora las locomotoras de la economía mundial, están luchando por no descender de categoría, frente al bloque de países emergentes que presentan cuentas saneadas y tasas de crecimiento muy robustas. Sólo se salva en el mundo occidental el núcleo de economías nórdicas, que han sorteado la crisis de forma notable, gracias a sus potentes palancas públicas y las reformas llevadas a cabo, especialmente en educación, pensiones y sector financiero, que les ha evitado desmantelar el Estado del Bienestar.
El caso alemán
Entre todas estas estrategias la que más sorprende es la de Alemania. El ajuste fiscal planteado en Alemania, con recortes de gasto de más de 80.000 millones de euros en tres años, y una subida de impuestos, frente a su programa electoral, plantea un giro copernicano a la economía alemana. Ésta ha basado su exiguo crecimiento de los últimos años en la demanda global, en las exportaciones y su relativa insensibilidad al tipo de cambio del euro.
La posición de monopolio de oferta en muchos sectores clave hacía en el pasado que Alemania no dependiera apenas de la demanda interna para poder crecer, pero eso con este duro ajuste fiscal pasa a mejor vida, y se convierte en una aliada imprescindible para deflacionar el ciclo europeo, hundir la cotización del euro y mantener los tipos de interés bajo mínimos.
Todo esto, en el fondo, supone una transferencia de renta hacia Alemania en forma de ampliación de diferenciales de renta fija, con un claro trasvase de flujos del ahorro mundial en dirección a los activos alemanes.
Este nuevo paradigma se da en una economía cuyo déficit público no es muy elevado, un 5%, aunque su nivel de deuda sí que lo sea, y que presionó en 2004 para suavizar el Pacto de Estabilidad. Con esta política, Alemania va a arrastrar a países como España, Portugal o Grecia al abismo económico del que muchos están muy cerca, como es el caso de Reino Unido, cuyo ajuste en el gasto va acompañado, gracias a los liberales, de una profunda reforma fiscal.
Superviviencia 'pública' de EEUU
Frente a esto, EEUU sigue boqueando en su intento de poder desengancharse de la Reserva Federal y del gasto público, algo impensable unos años atrás. Las últimas cifras de actividad demuestran que la economía norteamericana vive gracias al oxígeno público, lo cual ha llevado al presidente Obama a reclamar una política coordinada de expansión fiscal, porque sus asesores, mucho más válidos que los que habitan en Europa, se han dado cuenta de la magnitud del problema y del daño que se puede hacer al conjunto de las economías occidentales.
No hay que olvidar que sin el ahorro externo, fundamentalmente asiático, y las políticas de los bancos centrales, la mayor parte de economías occidentales, pero especialmente la norteamericana, estarían en recesión y las agencias de rating tendrían que ser honestas y rebajar la calificación crediticia a muchas de ellas.
En suma, la paradoja de costes junto a una política deliberada de deflacionar la economía están llevando a las principales economías occidentales, pero especialmente a Alemania, a una contracción sin precedentes, bajo la falsa premisa de que esto ayudará a crecer en el futuro.
El trasvase de renta hacia Alemania, la debilidad del euro provocada indirectamente por la presidenta alemana y el mantenimiento artificial de tipos de interés, en un contexto de profunda contracción del crédito y ausencia de liquidez, van a dañar seriamente las economías europeas más débiles.
En el polo opuesto, la lucidez de Obama puede, al menos, mantener la esperanza de un cambio de política, antes que sea demasiado tarde y el FMI se apunte en su balance más quiebras de economías, antes en vías de desarrollo y, ahora, desarrolladas.
Alejandro Inurrieta, profesor del IEB.