Me dice un buen amigo que La Roja está haciendo por la unidad nacional más de lo que han hecho en la historia de España desde Los Reyes Católicos hasta Franco. Lo cierto es que falta nos hacía, porque con excepción del fútbol todo lo demás marcha al ralentí. Los mercados se han reanimado esta semana, sobre todo en el frente bancario, con la esperanza de que los test de estrés de las entidades financieras sean mejores de lo esperado.
Sin embargho, aún es pronto para lanzar las campanas al vuelo, porque se desconoce el escenario utilizado para realizar las pruebas y porque los criterios utilizados por cada país no son homogéneos, lo que hará difícil comparar a españoles con alemanes, por ejemplo, como quería Zapatero.
Ahora me doy cuenta que aquello que dijo el presidente del Gobierno de que Santander y BBVA eran los dos bancos mejores de Europa en estos test de esfuerzo era completamente falso.
Lo único seguro es que este país será otro si salimos de la crisis. Nada será lo mismo. La reforma de la Ley de Cajas pactada entre Miguel Sebastián y Cristóbal Montoro es un paradigma. Las cajas serán bancos, es la única manera de que sean rentables, apartándolas poco a poco del poder político.
Montoro es un especialista en equilibrio presupuestario, pero su faceta de estadista energético era desconocida hasta ahora. El acuerdo alcanzado con el ministro de Industria para congelar la luz ha hecho saltar chispas en las eléctricas. Nadie entiende cómo el portavoz económico de un partido como el PP, firme defensor de recortar los déficit, puede refrendar un compromiso para mantener la tarifa a costa de incrementar los números rojos del erario público.
En el sector eólico, por contra, dan palmas con las orejas porque el pacto alcanzado con Industria es menos oneroso para sus bolsillos de lo esperado. El recorte será inferior a mil millones en los próximos años. Sebastián ha reculado.
El sector energético es en estos días el escenario de las nuevas escaramuzas de un duelo singular, el de Florentino Pérez, presidente de ACS, e Ignacio Sánchez-Galán, de Iberdrola. El capo del Real Madrid ha logrado convencer a su buen amigo el presidente de La Caixa, Isidro Fainé, para deshacerse conjuntamente del paquete de control en Abertis. No es lo mismo poner a la venta el 25,8 por ciento de ACS, que el 54,5 por ciento de ambos.
Florentino salva así las dificultades que tenía para colocar a un precio razonable su porcentaje de manera individualizada. Fainé también gana, porque si no accedía estaba abocado a encontrarse con un socio hostil, que obstaculizara la gestión del grupo de autopistas.
El pacto con La Caixa pasa porque ACS logre hasta 2.000 millones, como informó elEconomista esta semana, con lo que su participación bajaría a en torno el 7%. Una suma que Florentino insiste que empleará en llegar al 20 por ciento de Iberdrola. La afición, sin embargo, es un poco escéptica en este punto, porque cuando se deshizo de Unión Fenosa dijo igual y aún no ha comprado ni una sola acción. ¿Por qué iba a creerle ahora?
El motivo que aduce esta vez es que Abertis aporta alrededor de 130 millones al resultado consolidado del grupo constructor. Vendida ésta y Fenosa, necesita alcanzar el 20 por ciento de Iberdrola para apuntarse entre 300 y 400 millones anuales de los resultados de la eléctrica. ¡A lo que hemos llegado en las infraestructuras! Es casi como Luis del Rivero en Sacyr, que es vital su participación en Repsol.
El plan del comprador, el fondo de capital riesgo CVC, es el de trocear Abertis para obtener un buen dividendo. Una política que interesa seguramente también a La Caixa para fortalecer la rentabilidad de Criteria, su holding industrial.
En este contexto, se comprende que Salvador Alemany, presidente de Abertis, haya preferido pasar a segundo plano, y no la milonga que nos habían contado sobre su presunto enfrentamiento con Fainé a cuenta del nuevo consejero delegado, Francisco Reynés. Hay quien critica el desguace una gran empresa española, pero cada uno puede hacer de su capa un sayo.
Amador G. Ayora, director de elEconomista.