La huelga salvaje de estos días en el metro de Madrid es una demostración palpable de que, además de una reforma laboral, este país necesita, y con urgencia, una ley de huelga. Porque no puede tolerarse por más tiempo que los ciudadanos de la capital o de cualquier otra parte del Estado -trabajadores en su mayoría, por cierto- sigan siendo rehenes del chantaje insolidario de unos colectivos laborales que, en la mayor parte de las ocasiones, sólo obedecen a consignas sindicales o intereses políticos concretos.
Como tampoco es de recibo que en Estado de Derecho, y después de más de tres decenios de democracia, esos mismos ciudadanos sigan viendo coartados su libertad y su derecho al trabajo por el incumplimiento impune de la legalidad vigente sobre los servicios mínimos.
O por las amenazas e, incluso, las agresiones de piquetes, que no son sino una forma inexplicablemente consentida de intolerancia y de fascismo. Señores del Gobierno y del Partido Popular, el clamor está en la calle y esto también es política social. ¿Tan difícil les resulta entenderlo y enterarse?
José María Triper, periodista de elEconomista.