
Durísima semana para el mercado de renta variable y vuelco estratosférico para los bonos, lo que abre
un posible aborto tras el embarazo de la semana previa, pero no lo confirma.
Semana de volatilidad y cambios de dirección como para volver loco al más templado de los cuerdos con una buena cantidad de dinero sobre la mesa. La partida fue intensa, y al cierre semanal hay que aceptar que los bajistas están más cerca de lograr sus objetivos que siete días antes. Pero el círculo vicioso aún tiene sus dificultades, no está cerrado, y no estamos en las manos del Valladolid, sino en las de Wall Street. Y aunque no puedan recurrir a Villar -que tampoco hizo falta, en honor a mis amigos culés-, las suyas han sido siempre palabras mayores en el mercado; y no tengo la menor confianza de irme al otro barrio habiendo visto cambiar mucho las circunstancias. Hay cosas que discurren por caminos que ocupan muchas vidas.
Las velas negras desplegadas en Wall Street, sin embargo, no tuvieron esta vez la compañía de Europa. Un optimista verá en ello la influencia definitiva de la recuperación semanal del euro, que parece salir de la UVI. Un pesimista, en cambio, dirá que los problemas crecen y que ahora el mercado empieza a mirar en otra dirección. La economía podría estarse enfriando de nuevo, y el comportamiento de divisas como el dólar australiano, el rublo ruso o las coronas escandinavas, invitan a considerar seriamente esta cuestión. Además, estamos experimentando una nueva fase de desapalancamiento global relacionada con la normativa financiera que impulsa la administración Obama.
Así, tan llamativa resulta la vela negra semanal desplegada por los principales índices de Wall Street -que por técnico tenían más bien pendiente esta corrección adicional- como la semana de equilibrio que se vivió en Europa gracias a la recuperación que tuvieron nuestras bolsas gracias al rebote de los principales índices norteamericanos sobre sus soportes clave en tendencia tras una nueva apertura con hueco bajista. Y esa es la cuestión que sigue ofreciendo esperanza a los que admitimos los problemas desde hace semanas sin estar aún por la labor de dar por finiquitado el mercado alcista nacido en 2009 con carácter general; aunque no falten argumentos con los que apoyar esa idea. Con todo, a uno y otro lado del Atlántico se mantuvieron vigentes las velas harami -término que como les contaba la semana pasada significa mujer embarazada-, y eso mantiene las espadas en todo lo alto hasta el punto de que en Bolságora nos hemos atrevido a darle un poco más de cancha a nuestro acordeón, aprovechando las nuevas caídas para incrementar la exposición. Yo no soy de los que muere en un desembarco en la orilla, así que mientras no se me demuestre lo contrario, con toda la precaución del mundo estoy dispuesto a seguir haciendo apuestas selectivas por la tendencia principal aunque sea con más miedo que vergüenza. Y es que aunque las cosas se han complicado, aún no está todo perdido.
Le voy a reconocer que más allá de los gráficos de la renta variable no encuentro muchas razones para sesgarme a favor o contra la tendencia. La cuestión del sentimiento está abierta aunque se percibe un deterioro que es propio de los giros estructurales siempre que no sean abortados en el último momento en forma de suelo sostenible. Y ahí estamos, conservando las zonas sobre las que teóricamente se discuten esas cuestiones en esta maravillosa e indescifrable ágora que es el mercado.
Por correlaciones, hay que señalar que los bajistas encuentran argumentos crecientes desde el mercado de deuda, que parece regurgitar el fantasma de la deflación. Y no sólo en España.
En bolsa han caído nuevos soportes estructurales entre plazas emergentes; todo muy relacionado con el desplome que vivió esta semana el dólar australiano frente a todas las divisas, y especialmente frente al norteamericano. Su reacción alcista del viernes sobre soporte decreciente mantiene abierta la última esperanza, pero sin duda la violenta caída de esta referencia clave, que perforó su primer gran soporte horizontal, es una circunstancia que empaña la recuperación del euro en el mercado, pues pese a mantener soportes absolutamente vitales en las tendencias de medio y largo plazo, ello se produce de un modo que puede responder simplemente a la sobreventa alcanzada frente a algunas referencias como el dólar -como puede verse en el gráfico central a la derecha- o el franco, divisas en las que servidor está convencido de que más que el mercado fue la mano de algún banco central la que permitió que aflorase cierta capacidad frente a los que apuestan por una dislocación de la divisa única. La cosa está tocada, pero no hundida.