Opinión

Editorial: Grecia sin razones para el rescate

Como Sísifo cuando aupaba la piedra a lo alto de la colina, la maltrecha economía griega creyó tocar con las manos un rescate europeo. Antes de lograrlo ha visto cómo comienza a desvanecerse. Ha incurrido en demasiadas negligencias como para hacerse merecedora y su Gobierno ha actuado con demasiada soberbia. Incluso en contra de la regla de no salvamento de Maastricht, el debate europeo buscó en principio razones para la ayuda en nombre de la estabilidad y credibilidad del euro. Se pensó que era mayor el perjuicio de perder ambas que el riesgo moral de sentar un precedente y tener que justificar en adelante por qué salvar a un estado sí y a otro no. Además, planeaban los peligros del contagio a otros países. En medio de la disyuntiva se destaparon las trampas contables helenas para ingresar en el euro y maquillar su actual agujero en las cuentas públicas; también despuntó la negativa de Atenas a aplicar más recortes. Una delegación de la CE, el FMI y el BCE inspeccionará las cuentas de la economía griega, que puede ser obligada a elevar impuestos y a emprender reformas. Bruselas no puede vender barato un rescate: Alemania se ha aplicado un ajuste en medio de la recesión, ¿cómo podría Bruselas explicar a un contribuyente germano que su bocado presupuestario premiará a los insolentes e indisciplinados helenos? La lección global es que el euro no puede verse como una caja de seguridad que ampare un rescate injustificado bajo el pretexto de no desestabilizar la Unión Monetaria. La eurozona precisa de disciplina presupuestaria y flexibilidad del mercado. Ahí reside su propio rescate.

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