El comportamiento del empleo del mes de marzo refleja ya las consecuencias del conflicto de Ucrania. Aunque los datos mantienen un tono positivo al compararse con los de marzo del pasado año, aún lastrados por el Covid, este efecto empieza a diluirse.
Así, la afiliación crece en 24.000 personas, 6.000 por debajo de lo anticipado por el ministro José Luis Escrivá, a mediados de marzo. Esta desviación en unas perspectivas que suelen ser precisas muestra el impacto de los paros de los transportistas. Pero aunque hubiera acertado en su pronóstico, seguiría siendo igualmente el peor dato de un mes de marzo, descontando los de la pandemia, desde 2014. Se pone así de manifiesto el castigo que los precios de la energía y la inflación, junto a los cuellos de botella en los suministros de materias primas y componentes, imponen a muchas empresas. Más revelador aún resulta el dato del paro registrado, prácticamente congelado respecto a marzo de 2021. Ante esta cifra, el Gobierno destaca el incremento de la contratación indefinida en el tercer mes de vigencia de la reforma laboral. Pero el 20% de estos nuevos puestos supuestamente estables resultan ser fijos discontinuos. Y otro 30%, a jornada parcial.
La mitad de los contratos indefinidos en el tercer mes de la reforma laboral son a media jornada o fijos discontinuos
De esta forma, la mitad del récord de contratación no se debe al empleo de calidad, sino que entra en la categoría de precariedad que el Ejecutivo se comprometió a reducir con una reforma laboral que parece tener más efectos estadísticos que en la calidad real del empleo. Reforma que además acaba de empeorar el Gobierno con una prohibición de despedir que solo servirá para disuadir de contratar. Ello frenará aún más una recuperación del empleo que muestra síntomas de agotamiento.