No hace mucho tiempo que el hecho de afirmar que el sexo biológico existe ha castigado la reputación de algunas figuras públicas. La más señalada es la escritora inglesa J.K. Rowling, de 56 años, creadora de Harry Potter.
De entrada, Rowling lo tenía todo para gozar del aplauso del progresismo, pues, además de ser simpatizante del Partido Laborista, ha donado buenas cantidades para sus campañas. En el plano personal, sufrió de joven los malos tratos de un marido que resultó ser un auténtico cafre y su historia de superación es digna de mencionar, pues escribió la novela que la ha hecho millonaria sacando ella sola adelante a su bebé.
El periodista Luis Ventoso escribió a finales de enero lo siguiente:
"Este fin de semana he andado bastante de paseo. Las calles lucían animadas, llenas de gente con pinta de estar pasándoselo bien. La verdad es que se percibe un contraste notorio entre el cabreo cainita de nuestros políticos y el país más o menos feliz que parece haber ahí fuera. En estos garbeos callejeros noté, sin embargo, algo muy raro. Vi por calles, terrazas y restaurantes numerosos dúos de hombres y mujeres, muchos de ellos con una evidente complicidad afectiva. Y observé algo todavía más extraño: algunas de esas parejas heterosexuales caminaban acompañados por unos seres bajitos, que tenían toda la pinta de ser sus hijos. Qué cosas."
Si uno hace caso al ultra feminismo tendría que creer que no existe el sexo biológico. En el mundo anglosajón son ya varias las personalidades que han visto arruinado su prestigio por sostener algo tan elemental como que existen hombres y existen mujeres. El castigo se denomina cancelación y el cancelado se convierte en un apestado. Entre los apóstoles españoles de la tesis de que el sexo es solo un asunto psicológico destaca nuestra ministra de Igualdad. Supongo que se quedaría encantada si un día, en el confort de Galapagar, el barbado Pablo se presenta a la hora del desayuno y le comunica que se lo ha pensado mejor y que ahora él es una mujer.
Otro personaje que ha sufrido las iras del progresismo es Dave Chappelle, un cómico estadounidense que tiene un humor agudo. Es descendiente de esclavos negros y en el pasado fue aplaudido por la izquierda. En 2016, la plataforma Netflix le firmó un contrato de 20 millones de dólares para grabar seis programas. Pero en octubre del año pasado a Chappelle, que había hecho escarnio de medio planeta sin que pasara nada, se le ocurrió soltar en uno de sus programas que "el género es un hecho". Además, añadió la siguiente observación revolucionaria: "Cada ser humano en esta habitación, cada humano en la Tierra, ha tenido que pasar a través de las piernas de una mujer para llegar aquí". Un aluvión de quejas exigió su despido y hasta recibió varias amenazas de muerte, al igual que le ha ocurrido a J.K. Rowling.
No sé si al notable Luis Ventoso, ahora en El Debate, se le va a caer el pelo si nuestro Gobierno progresista, ecologista y feminista sigue ahí cuatro años más. Tal vez veamos el día en que una ley prohibirá emplear esas deplorables palabras (mujer y hombre) por "transfóbicas".