
El mes pasado terminó con 60.000 parados menos respecto a febrero y una media de 70.000 afiliados más a la Seguridad Social. A priori, ante estos datos resultaría difícil entender por qué la vicepresidenta Calviño se mostró tan pesimista sobre dichas cifras, antes de publicarse.
Sin embargo, un análisis más detallado obliga a dejar de lado todo triunfalismo y dar la razón a Calviño. En primer lugar, debe considerarse que el aumento de la afiliación fue inusualmente bajo para un mes de marzo; de hecho está al nivel de un año de recesión como fue 2012. Pero más importante aún es la perspectiva interanual. Esta comparación vuelve a ser relevante para las estadísticas de empleo ya que ahora incluye el primer año completo afectado por la epidemia y, desde este punto de vista, el balance es muy negativo. La destrucción de empleo ya reconocida roza los 435.000 puestos de trabajo, y el impacto no fue mayor debido a que aún hay casi 745.000 personas sujetas a Ertes. La evolución que muestra la economía impide ser optimistas acerca de las posibilidades de muchos de ellos de recuperar su empleo. Las últimas previsiones del FMI delatan cómo el mayor crecimiento esperado para el PIB español en 2021 (un 6,4%, medio punto más de lo esperado en enero) no impedirá que la tasa de paro llegue al 16,8%, la peor de los países desarrollados tras superar a Grecia, y al nivel de un Estado fallido como es Venezuela.
La tasa de paro batirá marcas en 2021, según el FMI, y la recuperación del nivel previo al Covid se demora a 2023
De hecho, el Fondo ve imposible en España la recuperación de los niveles de empleo previos al Covid antes de 2023. La crisis del mercado laboral español, por tanto, tiene aún un muy largo recorrido y puede ser peor ahora que la lenta recuperación ha puesto a miles de empresas en una situación límite.