Recientemente se ha firmado un tratado multilateral en Asia que ha pasado desapercibido en nuestro país. Un total de 15 países asiáticos firmaron el acuerdo de libre comercio más importante de la historia, el tratado de Asociación Económica Integral Regional (RCEP en inglés: Regional Comprehensive Economic Partnership), que engloba los 10 países que forman el ASEAN (Brunei, Camboya, Indonesia, Laos, Malasia, Maynmar, Filipinas, Singapur, Tailandia y Vietnam), junto a China, Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda. Sin duda, un bloque económico para tener en cuenta, dado que representan el 30% del PIB mundial, y afectará a 2.200 millones de personas.
Este acuerdo se empezó a negociar en el 2012, cuando todavía se estaba negociando el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP en inglés), con un claro liderazgo de Estados Unidos y sin la presencia de China. Sin embargo, al retirarse de esta negociación Estados Unidos en 2017, el RCEP se ha convertido en el tratado de cooperación multilateral más importa para Asia.
El RCEP, que entrará en vigor en 2021, no es simplemente acuerdo comercial, sino que va mucho más allá. Este tratado supone la reducción de los aranceles en una gran variedad de productos agrícolas e industriales entre los países miembros; pero también establece nuevas normas para las e-commerce, las inversiones internacionales, los servicios industriales, la propiedad intelectual, la armonización de las reglas de origen, la contratación pública y la inmigración temporal laboral.
Sobre todo, la importancia de este tratado radica en su visión geoestratégica, que establece las bases para una mayor cooperación económica en Asia. Dos hechos deben ser subrayados: es la primera vez en la historia que China participa en un tratado multilateral de libre comercio y, sobre todo, es la primera vez que lo hace junto a Japón y Corea del Sur.
Estas grandes economías serán seguramente las que más se puedan beneficiar del RCEP. Por ejemplo, en el caso de Japón, ahora sólo el 8% de sus exportaciones a China entran sin aranceles; al final de la aplicación del tratado serán el 86% de las mismas. Pero estos beneficios también se extenderán a todos los países: no olvidemos que el Banco Mundial ha estimado que, en los próximos 10 años, el PIB de la región Asia-Pacífico crecerá entre dos y tres veces más que en Europa.
Esto nos tendría que llevar a pensar que Europa, que siempre ha mirado hacia el oeste, tendría que redoblar sus esfuerzos para incrementar su presencia y acciones en esta zona que ya es, y seguirá siendo, la de más desarrollo económico del planeta.
En un primer análisis parece que el impacto del RCEP en la economía europea, y por tanto en España, será limitado dada la limitada reducción arancelaria y los largos plazos de aplicación. Sin embargo, el gran impacto vendrá por la sustitución de exportaciones de la Unión Europea por exportaciones entre los países del tratado, especialmente por nuevas exportaciones de Japón y Corea del Sur hacia China.
Por eso, la Unión Europea debe prestar especial atención a varios aspectos, entre otros, la sustitución de exportaciones de productos intermedios. La Unión Europea se enfrenta a un reto donde velar por la conservación de oportunidades en este gran mercado, dados los beneficios que los países firmantes del RCEP pueden sacar del incremento de bienestar en esos países, y de las ventajas que esos países, entre ellos, pueden sacar de la integración de las cadenas de valor, olvidándose de la Unión Europea.
Desde un punto de vista geopolítico, el tratado RCEP se convierte en una pieza fundamental del futuro escenario internacional, con la llegada de una nueva administración en Estados Unidos, que tendrá que redefinir su posicionamiento en muchos temas, y entre ellos, sobre China, sobre el limitado tratado transpacífico (CPTPP) firmado sin su participación, o sobre sus relaciones con la Unión Europea.
En este futuro escenario, la confrontación tendría que verse sustituida por la negociación y cooperación, buscando puntos de encuentro. La política de diplomacia económica desarrollada por Japón es un magnífico ejemplo a considerar que, sin comprometer sus profundos principios, es capaz de participar y firmar acuerdos tanto con Estados Unidos como con China y otros países, buscando cimentar unas relaciones que promuevan el bienestar multilateral.
La Unión Europea deberá, más pronto que tarde, reconsiderar su política y objetivos con la zona Asia-Pacífico, para promover a sus empresas y estar cada vez más presente en una zona lejana tanto física como culturalmente, pero fundamental en el desarrollo futuro de nuestro mundo.